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España: presente y futuro después del 4-M

por | Historia, Política

Después de las elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, podemos afirmar que el resultado supuso un verdadero hito en la legislatura de Pedro Sánchez. Tras el varapalo, las encuestas se han dado la vuelta en el ámbito nacional a favor de una posible mayoría PP-Vox.

Además, el Gobierno de España ha tenido que hacer frente a la crisis diplomática con Marruecos al mismo tiempo que se planteaba los indultos a los responsables del golpe del 1 de octubre en Cataluña, una decisión que muchos de los votantes socialistas no acogerían con agrado.

La popularidad de Sánchez no está en sus mejores momentos, pero la derecha no debería vender la piel del oso antes de cazarla. Sobre todo porque el líder socialista es un superviviente, capaz de hacer lo que sea para mantenerse en La Moncloa.

Hacer pronósticos es arriesgado porque la realidad política es más líquida que nunca, pero allá van algunas preguntas con el único fin de provocar la reflexión de los lectores.

 

PP: ¿es Ayuso la mejor baza de Casado o su principal amenaza?

El gran riesgo para todo político respaldado por una importante mayoría es venirse arriba, hinchar su ego y olvidarse de los que le encumbraron. Al PP debe de sonarle eso de pasar de la mayoría apabullante a la más vergonzosa miseria. Por tanto, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, tendrá que estar ahora pendiente de no morir de éxito en 2023.

En el plano interno, Ayuso se ha ganado el derecho a liderar el PP de Madrid que hace tan solo unos meses se cuestionaba con intensidad. El 4 de mayo, el presidente del PP nacional, Pablo Casado, no dudó en asomarse al balcón de la calle Génova, sede de los populares, para reivindicarse como mentor de Ayuso. Se refirió a ella como su precursora en el camino hacia una victoria en las próximas elecciones generales, si bien este acontecimiento no se espera hasta finales de 2023.

Sin embargo, las diferencias entre Casado y Ayuso son claras para los electores. Pese a que el primero defiende que su discurso es el mismo, sus estilos no lo son. El electorado ha premiado el arrojo y la liberación de complejos de la nueva lideresa madrileña, de quien su jefe debería ir aprendiendo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid puede acabar siendo la sustituta de Pablo Casado, con permiso del resto de líderes autonómicos populares. La cuestión es si el relevo llegará tras una derrota traumática en las próximas elecciones o si será una transición suave tras ejercer como ministra en un hipotético Gobierno Casado.

Si de verdad quiere derrotar a Sánchez, Casado debe poner ahora en marcha una estrategia más valiente. De lo contrario, Vox seguirá restándole votos al PP y será quien saque tajada durante varias legislaturas más a base pactar con los separatistas y la extrema izquierda.

 

PSOE: ¿comienza la cuenta atrás para Sánchez o sabrá reinventarse?

La idea de que todo el que no comulga con los postulados de PSOE y Podemos es un fascista ya no cuela. De ser así, en Madrid habría 2 millones de fascistas, más de la mitad de los votantes. El calificativo se ha hecho extensivo incluso a gerifaltes de la vieja guardia socialista que han criticado las políticas de un PSOE radicalizado. Sin embargo, el abuso del término ha acabado por hacer ineficaz la advertencia acerca del supuesto riesgo de una derecha antidemocrática.

Tampoco ha calado el argumentario socialista de que Ayuso estaba empeñada en llevar la contraria al Gobierno de España. La mayoría ha entendido que era el Presidente del Gobierno quien se había obsesionado con poner trabas a la Comunidad de Madrid, en materia de pandemia pero también de impuestos: Sánchez no solo ha permitido que la Generalitat de Cataluña abrase a los catalanes a impuestos para pagar el separatismo sino que, haciendo caso a las presiones separatistas, pretende impedir que Madrid haga uso de sus competencias territoriales para bajar impuestos.

Las alianzas de los socialistas con los secesionistas y con Podemos les han pasado factura en Madrid, pero ya hemos dicho que no está todo el pescado vendido. Sánchez hará lo que sea para seguir durmiendo en el colchón de La Moncloa, seguir paseándose por las alfombras de medio mundo tras aterrizar con el Falcon presidencial mientras se pregunta si los asientos del avión hacen juego con sus ojos.

 

Más Madrid ¿el nuevo Podemos?

Íñigo Errejón, líder de Más País, comenzó su andadura junto a su amigo Pablo Iglesias en Podemos. Comparten ideología, pero no formas ni métodos. Es decir, Errejón es tan bolivariano como Iglesias, pero ofrece una imagen más moderada, posibilista y de acercamiento entre partidos de izquierda. Un detalle interesante para generar ilusión entre los votantes ingenuos, los mismos que en su día votaron a Podemos confiando en que contribuiría a la renovación y no a la revolución.

Pese a haber subido solo cuatro escaños, la bajada estrepitosa del PSOE sitúa a la candidata de Más Madrid, Mónica García, como líder de la oposición en la Asamblea de Madrid. Las causas se encuentran en el deterioro de PSOE y Podemos en el Gobierno de España, el escaso entusiasmo que generó el candidato socialista, la citada oferta de falsa moderación y un expediente limpio en materia de Gobierno.

Quien se frota ahora las manos es Errejón. Condenado al ostracismo tras su enfrentamiento con Iglesias, el líder de Más País aspira a repetir la hazaña en las próximas generales y convertirse en el Podemos 5.0. Si hay debacle morada, Errejón tiene la oportunidad de fortalecerse con los supervivientes de Podemos que menos ascos le hagan al cambio de formación.

 

Vox ¿ha tocado techo o seguirá subiendo?

Vox no puede hablar de fracaso porque ha logrado un escaño más y seguirá siendo decisivo para que Ayuso gobierne y para que la izquierda sea irrelevante en Madrid. Sin embargo, tras el éxito que supone irrumpir en las instituciones, las expectativas son mayores y a los nuevos partidos parece ponérseles el listón más alto.

El partido de Abascal debe reflexionar ahora si le compensa seguir en batalla con el PP y asumir el riesgo de que Ayuso acabe fagocitándolo en Madrid o si debe centrarse, más que en los MENAS, en las cuestiones de familia, vida y educación. Es en estos últimos tres aspectos donde Vox sigue teniendo sentido a la hora de tirar de un PP que luce banderas arcoíris en sus celebraciones en la calle Génova. Los azules se venden como un partido de gestión y eso parece funcionarles, pero siguen cometiendo el error de dejar a la izquierda la batalla ideológica, algo de lo que Cayetana Álvarez de Toledo advirtió y le acarreó pésimas consecuencias.

En el ámbito nacional, como hemos dicho, el margen de crecimiento de Vox depende en parte de la voluntad de Casado de hacer una oposición más dura. Si el PP vuelve a los tiempos en los que se sentaban a ver pasar el cadáver de su enemigo, Vox seguirá creciendo.

 

Podemos, huérfano de Iglesias ¿dar la última batalla o diluirse entre PSOE y Más Madrid?

Si Pablo Iglesias fuera la mitad de inteligente de lo que él mismo cree, sería Einstein. El líder de Podemos llegó a la política con ambición y ganas de divertirse. Le encantan las conspiraciones, el juego de tronos y el manejo audaz de las circunstancias en beneficio propio. Al principio todo le salía bien y hay que reconocerle el “mérito” de abrir camino en parlamentos y asambleas a un partido nuevo y de ultraizquierda que logró tirar ideológicamente del PSOE hacia el extremismo y forzar su entrada en el Gobierno de España.

Continuando con su visión populista, Iglesias tensó la cuerda y basó el último tramo de su campaña en torno a la historia de unos sobres con balas que supuestamente le habían remitido. Nunca se supo si el remitente respondía al arquetipo del nazi peligroso o si vestía camiseta desgastada y pañuelo palestino, pero Iglesias consiguió acaparar mayor protagonismo del que en principio le correspondía.

El líder morado se había puesto al frente de Unidas Podemos para mostrar sus dotes como genio de la estrategia electoral, para disparar el voto de Podemos en Madrid. Consiguió aumentar tres escaños, pero no ha alzado al partido hasta una situación relevante. El propio Iglesias tuvo que reconocer que su figura aglutinó votos, pero también activó a los votantes de derechas.

Los madrileños están saturados de radicalismo, populismo, incoherencia, violencia y división, asignaturas en las que el ex-asesor de Chávez sacaba matrícula de honor. Ahora Iglesias se aburre, no tiene retos interesantes por delante después de que su estilo haya fracasado.

Por eso escenifica su salida de la política, con corte de coleta incluido, para buscarse un lugar en el panteón de políticos que han dimitido para asumir sus responsabilidades. Pero no se preocupen, Iglesias no engrosará la cola del paro: por delante se le abre un futuro en el mundo del espectáculo, asegurado acaso con una paga en el Consejo de Estado.

Tras su marcha, Podemos queda huérfano y en Madrid, parece claro que tres gallos en la izquierda son demasiados. En palabras de Iglesias, el miedo ha cambiado de bando y, desaparecido Ciudadanos de la Asamblea, el bloque de izquierdas cuenta con tres partidos frente a los dos que agrupan el voto de derechas. Los podemitas darán quizás una última batalla en 2023 antes de diluirse entre Más Madrid y el PSOE.

La cuestión es si este resultado puede extrapolarse a las Generales, cuandoquiera que estas se celebren, con Yolanda Díaz o Ione Belarra al frente y haciendo uso de sus respectivos ministerios para impulsar su imagen política.

 

Ciudadanos ¿padece el síndrome de UPyD o solo es una mala racha?

Al contrario que el PP y el PSOE, los nuevos partidos no tienen la misma capacidad de rehacerse tras las derrotas electorales. Más aun teniendo en cuenta que, ya antes del hundimiento varias significadas figuras de Ciudadanos se habían pasado al PP.

Los naranjas han jugado siempre a no ser rojos ni azules, pero votantes y militantes no se han creído las explicaciones de la presidenta de Ciudadanos acerca de la moción de censura en Murcia. Cuando uno vota a un partido que no va a gobernar, aspira a que éste matice al PP o al PSOE, pero no tolera el cambio de bando. Por eso, la veleta naranja tiene difícil sobrevivir a la sequía catalana, la tormenta murciana y al huracán madrileño que le ha seguido.

Albert Rivera primero e Ignacio Aguado después se veían en la cumbre, después de comerse al PP, presidiendo los Gobiernos de España y de Madrid respectivamente. Rivera, no dudó cuando lideraba el partido naranja en proclamarse verdadero líder de la oposición. Les iba realmente bien, pero el electorado no perdona la ambigüedad.

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