El poder de la posverdad

Las aseveraciones de la publicidad y la propaganda, tanto mercantiles como políticas, de estos últimos años, se hacen presentes ante la sociedad a través de slogans, frases cortas, que fácilmente se adhieren a las mentes de la gente, que van dirigidas al sentimiento y que ofrecen aquello que la gente quiere oír, siendo relativo el que, lo que se anuncia, sea verdad o no lo sea, sea factible o no.
Los mercadólogos fueron quienes, primeramente, aplicaron estos principios agrupados en la mercadología, para vender sus productos, o para dejar fuera de la competencia a otras marcas, productos o, en general, a sus competidores. No importó si lo que se anunciaba era cierto o no, sino que la gente aceptara como cierto lo que se pregonaba, y actuara en consecuencia.
El realizar estas prácticas de las guerras en el comercio, paso rápidamente a la política, donde se usan para ensalzar a un político o a un partido, o para sacarlo del campo de las contiendas políticas.
Un ejemplo de esto lo tenemos en las campañas de Hilary Clinton y Donald Trump; otro en el discurso para que Inglaterra se saliera de la Comunidad Europea. En nuestro país en las afirmaciones de que dos partidos políticos nacionales, son una misma cosa, El PRI y el PAN, designados bajo el rubro, PRIAN, o el PRIMOR, en el que se aglutina al PRI y Morena.
Si bien estas tácticas existían desde hace cientos de años, no se les había dado más nombres que los de calumnias, mentiras, engaños, falsedades; ahora, englobando a lo que signifique mentir, engañar… se les designa como posverdades. Fue a principios de los años 90 cuando el dramaturgo y novelista serbio, Steve Tesich, utilizó la palabra post-truth en un artículo publicado en el diario The Nation.
(https://www.unir.net/derecho/revista/que-es-la-posverdad/).
El agrupamiento de estos términos ha merecido, por el abuso que de ellos se hace ahora en la práctica política, el que la Real Academia Española haya ya definido el concepto de posverdad como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” y luego ejemplifica: “Los demagogos son maestros de la posverdad”. (https://dle.rae.es/posverdad). Los ingleses de Oxford han dado una definición similar de la posverdad: “El fenómeno relativo o que denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales”. (https://www.unir.net/derecho/revista/que-es-la-posverdad/”
Así, en la práctica política, para los demagogos, la verdad no importa, sino la posverdad. Este concepto se ha fortalecido como tal por la comunicación digital, que permite a decenas de sus usuarios, subir a las redes conceptos que tienen elementos de verdad, y otros que son falsos, que parten de una realidad que se mezcla, en diferentes porcentajes con una falsedad, que adquiere visos de ser cierta, de ser verdadera, lo que tiene como efecto que miles de usuarios de las redes las crean verdaderas y confíen en ellas.
El éxito de la posverdad reside también en una mentalidad, muy propagada, de subjetivismo y relativismo, y de poco interés en el análisis racional de lo político, para la cual no es importante la verdad en sí misma, sino lo que yo creo que es verdad.
“Creo que esto es cierto, luego entonces es cierto” o bien, “siento que esto es cierto, luego entonces es cierto”. Por lo anterior se comprende porque las posverdades van dirigidas, no al intelecto que razona con base en la verdad, sino en sentimientos y creencias que someten al razonamiento para que parta en su tarea, no de lo que sea verdadero o bueno, sino en apetencias, emociones, en sentimientos.
Es en esta mentalidad subjetivista y relativista, y en la posverdad, es que se entiende el éxito que tienen las ideologías modernas. Si se hace un análisis racional riguroso, se encuentra que, por ejemplo, la ideología de género es absurda, que no somos lo que en un momento dado se nos antoja creer o sentir que somos, aunque la verdad y nuestro razonamiento nos los descubran y muestren, la verdad biológica, creer que somos de tal o cual género, ya que lo sexual pasa a ser un dato que no importa, es tener como cierto lo que yo quiero creer de mí mismo, con el fin puesto por otros para ser manipulado, o de manipular, desde individuos hasta una sociedad entera. Se está tergiversando la realidad con posverdades de quienes proponen la ideología de género y a lo que se suman las fake news.
Se sustituye a la verdad que, como dijeran Santo Tomás de Aquino y Lorenzo de Canterbury: la verdad es la «adecuación entre el entendimiento y la cosa”, por algo totalmente diverso que propone la posverdad, que es de la distorsión deliberada de la realidad, con fines de manipulación, y no de la adecuación entre la realidad y el conocimiento recto que tengo de ella por mi razón (https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492013000400003). Lo anterior tiene efectos muy graves en el campo de la moral y la política, pues tratar de fundamentar lo que es bueno o lo que es el bien, en las opiniones o creencias o en mi sentimiento, nos lleva a una moral y a una política que se basa en opiniones, o de lo que crea la mayoría o hasta lo que se diga en las fake news que es lo bueno, en un cierto momento, o lugar.
Y si los efectos son graves, en la política lo son aún más, ya que en lugar de señalarse lo que es el bien común, lo más objetivamente posible, se postula el engaño, la falsedad, la mentira como lo que se ha de tener como criterio de lo cierto, lo que deberá tenerse como lo debido. Surge así el considerar como correcto, lo que opine la mayoría, o lo que alguien o varios opinen.
Como ejemplos de posverdad tenemos las siguientes afirmaciones: “Lo peor de este mundo son los conservadores, el ser un conservador”; solo los conservadores no están a favor de nuestro movimiento”; el corrupto Poder Judicial está a favor de la delincuencia organizada y de los ricos que pueden pagarle por sus sentencias”; “en nuestro gobierno, en nuestro movimiento, no hay corruptos”; “yo tengo otros datos”.
Sin las redes digitales, sin la unión compleja de las ideologías y de las posverdades, estas no se habrían dado, no habrían existido con el poder mundial que tienen en la política, en la economía, en la mercadotecnia y la moral, y son una gravísima amenaza para la democracia.
La posverdad ha tomado carta de legalidad en las sociedades, permitiéndose socialmente a los políticos, periodistas y escritores, su uso, sin que tengan temor de sanción alguna, y sin que la gente deje a un lado su aburguesamiento y empiecen a investigar buscando la verdad, y hablar con la verdad.