Fratelli Tutti, la encíclica del bien común

La Verdad no es fácil de descubrir, requiere de esfuerzo, perseverancia, dedicación y, aun así, hay aspectos de ella que sólo se conocen por revelación de la Verdad misma que es Dios. Las Sagradas Escrituras van descubriendo a los hombres el plan divino y en la plenitud de los tiempos. Con la Encarnación de Cristo, Dios irrumpe en la historia humana de manera personal en el acontecimiento más decisivo del cosmos que hace nuevas todas las cosas.
Cristo que es Camino, Verdad y Vida transforma la naturaleza humana dotándola de una dignidad humana-divina mostrándonos la perfección divina y, al mismo tiempo, el camino de la perfección humana para que transformados con Él seamos dignos de vivir como hijos de Dios no sólo en la vida después de la muerte inaugurada por Cristo, sino ya desde esta peregrinando a la casa del Padre.
Cristo funda su Iglesia para guiar al pueblo de Dios en este camino hacia el destino eterno que tiene preparado para todos los hombres que acepten su salvación cumpliendo el mandamiento divino: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” Como sabemos, a continuación la Palabra de Dios narra que el legista queriendo justificarse preguntó a Jesús “Y ¿Quién es mi prójimo?” (Lc.10,27-28). La respuesta a este interrogante es el centro de la interpelación a la acción que hace su Santidad el Papa Francisco en su reciente carta encíclica Fratelli Tutti.
Jesús responde con otra pregunta: “¿Cuál de estos tres te parece que se comportó como prójimo…?” El comportamiento de encuentro, al desviarnos de nuestro camino, intereses legítimos y planes, dejándonos interpelar por el acontecimiento ajeno haciéndolo propio, es dar respuesta al llamado que hace el Papa hoy para ser fieles a la vocación social de todos los hombres de ser prójimos, de ser corresponsables del bien común.
Fratelli Tutti puede ser llamada la encíclica del bien común[1]. En 31 ocasiones el Papa menciona esta finalidad de la política, una de las formas más preciosas de la caridad.[2] Su eco hace resonar el mensaje como voz de la conciencia: “la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás”[3]; “todos pueden dar una contribución singular al bien común a través de su biografía original”[4], reconociendo a todas las personas con igual dignidad y actuando en consecuencia, sin excluir a nadie de nuestro círculo de hermanos.
Conforme el amor va creciendo, esté se vuelve expansivo en círculos concéntricos; primero sólo son nuestros hermanos, los que viven en nuestra casa, nuestra familia, después asemejándose al amor de Cristo, vamos tomando conciencia de su extensividad a nuestro grupo social, nuestra Iglesia, después a nuestra ciudad o país y finalmente a todas las personas del mundo. Es entonces cuando caemos en la cuenta de que la amplitud del bien común; que es expresión del amor social; no solo abarca a todas las personas, sino incluso a las que vendrán después de nosotros.
La contribución al bien común que puede ser de forma personal o colectiva empieza siempre en la persona que ama, donando parte de sí a los demás, sin perder nada de lo que es y al mismo tiempo enriqueciéndose con el encuentro y la satisfacción de hacer el bien. Cuando esto se multiplica en una sociedad es lo que Fratelli Tutti llama amor social, procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos.
El Papa nos pide cambiar el paradigma que ha seguido la humanidad al asumir que la suma de los intereses individuales es suficiente para generar un mundo mejor para toda la humanidad. Esta es la tesis del capitalismo descrito en la Riqueza de las Naciones de Adam Smith:
Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta que punto lo promueve, […] y cuando dirige la industria de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia, pero en este como en muchos otros casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios.[5]
Como apunta el Papa Francisco, nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común.[6]
La enseñanza del Evangelio va en sentido opuesto: “busquen primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,33). Es decir, la intención debe estar en el bien que podemos hacer a los demás, las necesidades de otros que podemos satisfacer con nuestro trabajo, lo que podemos aportar al bien común y buscando esta contribución encontraremos resueltas nuestras necesidades y la propia satisfacción.
No es posible concebir la fraternidad a partir de las reglas de eficiencia de mercado por sí solas ya que quedan excluidos los no rentables, los menos eficientes, los descartables por los sistemas económicos liberales. Es aquí donde el papel de la sociedad y el Estado debe hacerse presente y activo orientándose en primer lugar a las personas y al bien común.[7]
Si queremos contribuir al bien común es sensato preguntarnos ¿cómo podemos hacer que nuestro aporte personal sea el mayor posible? Fratelli Tutti nos enseña al respecto cuando habla de personas y asociaciones, comunidades y organizaciones que desarrollan esfuerzos admirables pensando en el bien común y algunos de sus miembros llegan a realizar gestos verdaderamente heroicos que muestran de cuánta belleza todavía es capaz nuestra humanidad.[8]
El ejercicio heroico de las virtudes humanas es reconocido por la Iglesia desde antiguo como santidad, en el ejemplo de los santos vemos a personas muy distintas contribuir de manera diversa mediante el ejercicio de las virtudes al bien común.
Para que una persona sea justa, no basta con hablar de justicia; es necesario practicarla, entrar en acción, actuar virtuosamente.
De esta manera en la medida de nuestra virtud, como personas y comunidades, será nuestra contribución al bien común. No es suficiente un gobernante virtuoso para que en su comunidad tenga las condiciones que permitan a cada uno de sus miembros desarrollarse plenamente de acuerdo a su esfuerzo. Sin embargo, mientras mayor poder tenga una persona, más responsabilidad tiene respecto de su contribución a la comunidad y más impacto tiene sus decisiones sobre el bien que puede o no hacer.
Si verdaderamente queremos construir el bien común es necesario promover el desarrollo de las virtudes humanas en todos los miembros de cada comunidad, ya que mientras más virtuosos sean, sus acciones más reflejarán esa virtud, podremos reconocernos con la responsabilidad de ver por todos y cada uno, y estar disponibles para los demás, especialmente para los más vulnerables, y ser sensibles a sus necesidades y sufrimientos.
Buscar el bien común es contribuir en la medida de la virtud de cada quien a lograr las condiciones de convivencia que permitan que todos los seres humanos podamos vivir como hermanos de acuerdo con nuestra dignidad y, en el camino, ser felices.
Espero que, así como según Aristóteles: “La felicidad está en la virtud”[9], poner en práctica Fratelli Tutti sea decir: ¡la felicidad está en el bien común!
[1] FRANCISCO. (2020). Fratelli Tutti, no. 15,22,63,66,98,105,108,153,154,159,172,174,175,178,179,180,182, 190,202,205,221,228,230,232,252,257,260,262,276,282.
[2] Ibid., no.180
[3] Ibid., no.66
[4] Ibid., no.98
[5] SMITH ADAM. (1776). La Riqueza de las Naciones, (citado en Khan Academy, Microeconomía, Unidad: Conceptos básicos de economía. Lección: Introducción a la economía)
[6] Ibid., no.105
[7] Ibid., no.108
[8] Ibid., no.175
[9] DÍAZ, Óp. Cit., p.113.