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El retorno al sentido común

por | Derechos Humanos, Familia, Internacional

El pasado 22 de octubre, se llevó a cabo la ceremonia virtual de la firma de la “Declaración de Ginebra, Consenso: sobre el fomento de la salud de las mujeres y el fortalecimiento de la familia”.

La firma de este histórico documento fue copatrocinada por los gobiernos de Brasil, Egipto, Hungría, Indonesia, Uganda y Estados Unidos, quienes actuaron como representantes interregionales. La declaración expresa la determinación y compromiso de los 33 países firmantes de lograr los siguientes cuatro objetivos:
-Una mejor salud para la mujer.
-La preservación de la vida humana.
-El fortalecimiento de la familia como unidad fundamental de la sociedad.
-La protección de la soberanía nacional en la política global.

La declaración estaba destinada a firmarse en la culminación de la cumbre mundial de la salud de la mujer de la Asamblea Mundial de la Salud, que fue cancelada debido a la pandemia de COVID-19. Sin embargo, los países copatrocinadores decidieron seguir adelante declarando que acelerar los avances en salud para las mujeres y la defensa del derecho a la vida, antes y después del nacimiento, no pueden esperar.

La ceremonia virtual fue organizada por Estados Unidos en Washington D.C.; durante la misma, el Secretario de Servicios Humanos y de Salud de Estados Unidos, Alex Azar, afirmó:

“Hoy dejamos un marcador claro; las agencias de la ONU ya no pueden reinterpretar y malinterpretar el lenguaje acordado sin rendir cuentas.”

Las palabras de Azar tienen una gran importancia porque en los últimos 25 años hemos vivido una revolución cultural relativista. Desde la misma ONU, se ha manipulado el lenguaje, se han reinterpretado los tratados Internacionales y cambiado su sentido original, al grado tal de cambiar la definición de los “derechos humanos” e introducir el aborto como un “derecho humano universal”. Además, la misma ONU impulsa políticas, a través de sus Agencias Internacionales, que obligan a los países a implementar leyes de aborto “progresivas” a cambio de financiamiento o prestigio internacional.

Observamos el origen de este cambio de timón en la ONU en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo (1994), que al amparo del “servicio universal de la salud sexual y reproductiva” introdujo poco a poco el aborto legal; iniciando con la contra-concepción, la píldora del día siguiente, la interrupción del embarazo en caso de violación o malformación del producto, hasta exigirlo como un “derecho humano” de las mujeres.
También vemos que continúa esta estrategia en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing, China (1995), cuya Plataforma de Acción ha sido, a su vez, la punta de lanza que introduce la ideología de género.

Afirmamos que la Declaración del Consenso de Ginebra, que firmaron 33 países representando a más de 1,600 millones de personas, es un paso trascendente en la defensa de la vida porque es la primera coalición multilateral que pone un freno claro a los intereses que se han adueñado de la ONU y está abierta a los países que se quieran sumar.

El documento está redactado de forma magistral. En sus primeras premisas, reúne una serie de afirmaciones extraídas de tratados Internacionales, utilizando el lenguaje aceptado por todos los países y a su vez introduce textos de las conferencias y declaraciones que han sido utilizados en forma tramposa en la manipulación del lenguaje para imponer el aborto, pero dando un sentido real a estos textos. Entre éstos, encontramos la Conferencia del Cairo, la Plataforma de Acción de Beijing, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, entre otras.

Pongo como ejemplo una de estas premisas:

Reafirmamos, en tanto inherentes, “la dignidad y el valor de la persona humana”; que “el derecho a la vida es inherente a la persona humana”; y el compromiso que permite “los embarazos y los partos sin riesgos da a las parejas las máximas posibilidades de tener hijos sanos”.

La redacción recupera los auténticos derechos humanos, expresados en el lenguaje universalmente aceptado por los países que integran la ONU y que finalmente son la base de las determinaciones y compromisos que adquieren los países firmantes.

A continuación, resalto los compromisos, a mi juicio más relevantes:

Garantizar a las mujeres el pleno goce de los derechos humanos y la igualdad de oportunidades en todos los niveles de la vida política, económica y pública.
Mejorar y garantizar el acceso de las mujeres a los avances en materia de salud y desarrollo, en particular de salud sexual y reproductiva, que siempre deben promover una salud óptima, el grado máximo de salud que se pueda lograr, sin incluir el aborto;
Reafirmar que no existe un derecho internacional al aborto, ni recae sobre los Estados una obligación internacional de financiar o facilitar los abortos; y cada nación tiene el derecho soberano de implementar programas coherentes con sus leyes;
Apoyar la función de la familia como la base de la sociedad y como fuente de salud, apoyo y cuidado;
Entablar un diálogo en el sistema de las Naciones Unidas para hacer realidad estos valores universales.

Esta Declaración traza un camino positivo y eficaz en la defensa de la salud, la vida, la familia y la soberanía de los países, sumemos a muchos para con más fuerza afirmar que:

“Reconocemos que individualmente somos fuertes, pero juntos lo somos más”.