Origen de la Civilización del Amor

La Civilización del Amor nace cuando el Verbo se hace Carne para habitar entre nosotros. En ese momento la Civilización del Amor en potencia se concentra en una semilla que contiene todos los elementos necesarios para el desarrollo y perfección del hombre y de todas las sociedades de todos los tiempos y de todos los lugares de la tierra. Solo hace falta que caiga en tierra fértil, regarla y trabajarla para que fructifique.
El Verbo deposita esta semilla en su Iglesia -recién fundada- con la misión de amar y llevar el amor no solo a las almas sino también a los cuerpos, a la persona entera, a todas las sociedades humanas, a los matrimonios, a las familias, a las empresas, a la economía, al trabajo, a la política, a todas las comunidades nacionales e internacionales, pues Él es Rey Universal no solo de las almas, sino también de los cuerpos, no solo de los judíos sino también de los gentiles. Es Rey de todo el universo en todos los aspectos de la vida del hombre.
Salvar a todo el hombre.
El ser humano tiene sed de libertad, de paz, de amor, de justicia, de verdad, de desarrollo, de crecimiento, de trascendencia, de logros, de perfección, de trabajo, de armonía. Anhela una vida plena, abundante, digna.
Pero el hombre no está solo: convive en sociedad con billones de seres humanos que, como él, tienen las mismas necesidades y aspiraciones. Se necesita un ambiente propicio, tanto a nivel personal como social para alcanzar estas apetencias: la Civilización del Amor.
Para satisfacer las demandas y los anhelos del hombre, es necesario conocer su esencia y sus necesidades personales y sociales.
El hombre es un ser complejo, maravilloso, extraordinario, con una dignidad y un valor infinitos. Es el único ser de la creación con libertad, inteligencia y voluntad. El hombre está compuesto de cuerpo y de alma integrados en una entidad única e irrepetible. El cuerpo sin el alma está muerto; el alma sin el cuerpo no es un ser humano. Cuando el cuerpo sufre, también sufre su alma; cuando el alma se alegra, el cuerpo se estremece. Hay necesidades del cuerpo y necesidades del alma.
La Civilización del Amor involucra al hombre completo, cuerpo y alma, e interesa a todas sus potencias y a todas las manifestaciones personales y sociales, por lo que requiere de la participación de las dos sociedades perfectas: la Iglesia y el Estado, colaborando activa e inteligentemente para construir juntos el bien del hombre, obrando cada uno en su propio campo de operación.
• La Iglesia tiene a su cuidado al hombre completo para acercarlo a Dios con la Fe, Mandamientos, Oraciones y Sacramentos acordes con el Evangelio, creando las condiciones de una vida plena en la tierra que faciliten su salvación eterna.
• El Estado tiene a su custodia al hombre completo desde las realidades temporales. Debe establecer un ambiente que facilite la armonía, basado en la valores y principios universales y eternos, para gestionar el desarrollo, la paz y el bien común. De manera específica, debe cuidar, preservar y engrandecer:
o La vida: digna y plena.
o La persona: todas las personas de cualquier origen, etnia, religión, cultura, costumbres, posición social o económica, situación de salud, con atención preferencial a los más débiles y vulnerables, incluyendo a los bebés no nacidos, a los enfermos, a los ancianos y a todos los “descartados” de la sociedad.
o La sociedad: todas las instituciones que conforman el tejido social: matrimonio, familia, empresa, trabajo, propiedad privada, economía, política, comunidades.
o La casa común: mares, ríos, agua, aire, montes, animales, plantas: el cosmos.
Orden Social basado en los Absolutos: Verdad, Bien y Belleza
“La salvación que nos ha ganado el Señor Jesús, y por la que ha pagado un alto precio se realiza en la vida nueva que los justos alcanzarán después de la muerte, pero atañe también a este mundo, en los ámbitos de la economía y del trabajo, de la técnica y de la comunicación, de la sociedad y de la política, de la comunidad internacional y de las relaciones entre las culturas y los pueblos: « Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina ». [Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, (1)]
El hombre fue creado por Dios con un corazón para amar, una inteligencia para la conocer la Verdad, y una voluntad para hacer el bien. El hombre es libre cuando ama, conoce la verdad y hace el bien. El hombre es esclavo cuando odia, vive en el error o hace el mal.
Dios, que es Amor, es la Verdad, el Bien y la Belleza Absolutos no nos hizo esclavos sino personas libres para amar, conocer la Verdad y hacer el Bien.
Ambas entidades: Iglesia y Estado, tienen la responsabilidad conjunta de establecer un Orden Social basado en los principios universales y eternos, válidos para todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares. Este Orden Social comprende el orden natural, el orden humano y el orden sobrenatural anclados en la Verdad, en el Bien y en la Belleza Absolutos.
No se puede concebir un Orden Social basado en la mentira y el mal.
La primer tarea de la Civilización del Amor es favorecer las condiciones para que el ser humano sea verdaderamente libre: pueda Amar, conocer la Verdad y hacer el Bien.
La Civilización Occidental Cristiana
Con el correr de los siglos la semilla de la Civilización del Amor se extendió y germinó en el mundo conocido, de manera particular en el hemisferio occidental, por la acción evangelizadora, civilizadora y educadora de la Iglesia Católica, que influyó en muchos ciudadanos para hacer de ellos mejores personas, formados en la Fe y en los principios morales universales, que transformaron sus realidades personales, sociales, cívicas, económicas, empresariales y políticas.
Se dieron entonces insignes frutos de grandeza humana y social: ciudades hermosas con obras arquitectónicas majestuosas: catedrales, iglesias, edificios, castillos; expresiones gigantescas de arte, literatura, música, y poesía. Se fundan notables universidades y escuelas donde florece una cultura superior. Proliferan los grandes santos y descomunales personas de buena voluntad que la construyeron con sus vidas y, en muchas ocasiones, con su sangre.
Prevalecen las luces, aunque también se dan profundos contrastes de sombras, invariablemente acompañadas del error y del mal.
Nace así la Civilización Occidental Cristiana y se forja el Orden Social Cristiano que consiste en la alineación del orden natural, orden humano y orden divino con los Absolutos del Bien, la Verdad y la Belleza.
Destaca un país de Europa que fue forjado durante 8 siglos de ardua lucha para expulsar al Islam y recuperar su territorio y su libertad social, política y religiosa, ya que habían sido invadidos y sometidos con un gran poderío político y militar. Durante esta guerra se forman seres humanos de una estatura colosal, plenos de valores, principios, virtudes, fortaleza, congruencia y coherencia, cuyo único propósito era servir a Dios y extender su reinado.
El resultado fue una España Católica sólida, potente, valiente, dinámica, inquebrantable, con una vocación misionera que la hizo capaz de llevar la Fe a las lejanas tierras de la América recién descubierta.
La Civilización del Amor llega a México
España llega a América acompañada de conquistadores, de frailes y de misioneros con una tremenda sed de nuevas tierras para España y almas para Dios. Su acción conquistadora y evangelizadora empezó con grandes dificultades, peligros y penalidades para llegar a los lugares más recónditos, hostiles y apartados de toda América, componiendo una gesta que algunos historiadores no han dudado en considerarla entre las más audaces de la historia.
Se dieron las primeras conversiones de los indios, entre ellos la de Juan Diego, y se establecen las primeras diócesis, con lo cual se prepara el camino para uno de los fenómenos más admirables de la cristiandad. Corría el año 1531.
En México y en América Latina la Civilización del Amor se inició con una intensidad y rapidez descomunales en el instante mismo en que la Santísima Virgen de Guadalupe posó sus Divinas Plantas en el Tepeyac.
Su aparición cambió drásticamente el curso de la historia de México, de Latinoamérica y del mundo.
Oriundos y españoles se conmovieron profundamente al experimentar personalmente la dulzura de su Amor, al contemplar su Sencillez y Celestial Belleza, y al sentir su presencia concretada en la Divina Imagen. Los nativos de todas las culturas, muchas de ellas enemigas, acudían juntos a las modestas e improvisadas iglesias para ser bautizados.
Desde entonces y hasta el fin de los tiempos todos podemos acudir al Tepeyac a pedir su auxilio, a recibir su amor misericordioso y a contemplar su Bellísima Imagen Sagrada.
Gracias a la Santísima Virgen de Guadalupe podemos experimentar el amor de Dios en todo el continente de una manera personal, tierna y cercana.
El continente latinoamericano se convierte a la Fe
En unos pocos años millones de naturales en todo México y América Latina se bautizaron y se convirtieron voluntariamente al catolicismo. Lo que tomó dilatados siglos y miles de santos para evangelizar y cristianizar a Europa, ocurrió en unos cuantos años para evangelizar, no solo a México, sino a todo el continente.
Esta obra magna es coronada con el mestizaje de nativos y españoles y da como resultado el continente latinoamericano católico con maravillosos países unidos en una diversidad espléndida: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
En todas estas naciones la enorme mayoría somos católicos: participamos en la Santa Misa y rezamos el Santo Rosario en el mismo idioma español; nos sentimos orgullosamente hermanos latinoamericanos con un mismo corazón; y todos somos Guadalupanos.
La integración en bloque de todo el continente latinoamericano a la Civilización Occidental Cristiana sucedió de manera casi inmediata. La extraordinaria labor de evangelización, colonización, y educación de la Iglesia y del Estado durante la Colonia en los primeros tres siglos posteriores a la aparición de la Virgen de Guadalupe dieron como resultado un enorme progreso espiritual y material de nuestros pueblos: nacen numerosos poblados y ciudades con catedrales, iglesias, y edificios esplendorosos; se dan admirables expresiones vernáculas de arte, literatura, música, y poesía. Se erigen importantes universidades y escuelas donde se educa y florece una cultura prócer. Se dan grandes santos y extraordinarias personas de buena voluntad que construyeron la grandeza de América Latina con sus vidas y, en muchas ocasiones, inclusive con su sangre.
Con la independencia de los países de América Latina se inicia la etapa de juventud y madurez de nuestros pueblos. Su progreso y crecimiento ha sido posible gracias a que todos estos países nacieron con el mismo idioma, la misma religión, las mismas bases, valores y principios naturales, humanos, morales y sobrenaturales propios del Orden Social Cristiano y de la Civilización Occidental Cristiana, consolidados en las almas de cada ciudadano gracias al milagro Guadalupano.
La historia habla con hechos.
La vocación misionera de México y Latinoamérica
La Santísima Virgen de Guadalupe eligió a una nación para comunicar su mensaje de Amor a la toda la humanidad, pero su extraordinaria ternura Maternal consiguió no una nación, sino todo un continente que vibra fuerte con el Amor a Dios y a los hermanos.
Cada uno de los mexicanos y latinoamericanos recibe de la Virgen en el Tepeyac la sublime vocación misionera para llevar la Civilización del Amor a todos los confines de la tierra.
La gloria de los mexicanos y de los latinoamericanos es repetir la gesta evangelizadora de España, ahora para llevar la Civilización del Amor a todo el mundo.
¡No ha hecho cosa semejante con ninguna otra nación!
La construcción de la Civilización del Amor
La Civilización del Amor requiere de millones de personas de buena voluntad que conozcan y vivan, de una manera firme, coherente y congruente, los valores y principios de la Civilización del Amor, y que estén llenos de amor a Dios y al prójimo, para construir diariamente el tejido y el orden social dentro y desde de su matrimonio, familia, empresa, empleo, trabajo, economía, política, gobierno.
Para ello es importante entender qué es la Civilización del Amor, cuáles son estos valores y principios, cuáles son sus frutos, y cómo se deben entrelazar los componentes del tejido social que la originan, la establecen, la organizan y la hacen fuerte.
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Bibliografía
• “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”. Pontificio Consejo Justicia y Paz. Papa Juan Pablo II, 2004. Buena Prensa
• “Christus Vivit”. Exhortación Apostólica Postsinodal del Papa Francisco, 2019. Buena Prensa
• “Fratelli Tutti”. Carta Encíclica del Papa Francisco. 2020. Buena Prensa
• Humanum genus. Leon XIII. 1884. Humanum Genus (20 aprile 1884) | LEONE XIII (vatican.va)
• Historia de México. Carlos Alvear Acevedo. Limusa, 2000.
• Historia Universal Contemporánea. Carlos Alvear Acevedo. Limusa, 1999.
• Idea de hispanidad. Manuel García Morente. Espasa Calpe, 1938
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