Mi profesor está cansado

En mis años de universidad, tuve que enfrentar momentos personales difíciles: falleció mi hermano mayor en un accidente de carretera. Esto representó para mi familia una sacudida bastante fuerte. Y por este motivo abandoné temporalmente la escuela y me quedé en casa por un tiempo.
Cuando retome los estudios el semestre estaba bastante avanzado y llevaba materias muy retadoras, una de ellas era trigonometría. Parecía que terminaría con una mala nota, pues resultaba muy complicado ponerme al corriente, así que me acerque a mi querido profesor (lo digo de manera auténtica) y, con la conciencia de ser una buena estudiante, le pedí que me apoyara poniéndome la nota mínima, con ello garantizaba “librarla” y a cambio le ofrecí esforzarme el resto del semestre. Recuerdo que tardo un poco en contestar y lo primero que me dijo fue: -“Yo no te puedo regalar nada”. Me quedé impactada. Me pareció bastante inhumana y poco empática su respuesta. No podía creer que no fuera sensible ante mi dolor. A cambio me ofreció quedarse conmigo al terminar la clase 15 minutos para que me pusiera al corriente. Se encargo de dejarme muy claro que la nota solo dependería de mí.
Así empecé el reto. Mientras mis compañeros se iban, yo debía quedarme 15 o 20 minutos para resolver mis dudas. Sin afán de parecer soberbia me convertí en un referente de la materia y terminé con una nota extraordinaria. Mi maestro me dijo que, si él hubiera aceptado ponerme la nota mínima, hubiera limitado mi posibilidad de aprender; que entendía mi dolor pero que no podía quedarme ahí siempre. Comprendí entonces que lo hizo por mi bien y le agradecí infinitamente el tiempo que dedicó de manera generosa, pues ese tiempo no tenía una remuneración económica o una exigencia de otra índole, su preocupación era que yo aprendiera y estuviera mejor.
Considero fundamental el papel de los maestros y educadores en nuestro camino de formación. Pero, ¿Cuál es la situación actual de los docentes en México y en el mundo? la figura del maestro que antaño era símbolo de virtud y autoridad, ahora es punto de severas críticas, se enfrenta a generaciones que dan poco valor a su actividad, a su vocación.
Sin afán de enjuiciar a estas generaciones, o tratar de plantear escenarios ideales, es importante destacar los retos que enfrentan los docentes -agudizados por la pandemia y los cambios repentinos y acelerados que los han sometido a altos índices de estrés.
Sobre el estrés laboral, la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que esta será la gran epidemia del siglo XXI; y hoy México ocupa el primer lugar con el 75% de la fuerza laboral sometida a estas condiciones, muy por encima de países como Estados Unidos y China.
Los docentes, en particular, están sometidos al llamado “burnout o síndrome del trabajador quemado” (desgaste crónico -físico y mental- causado por el estrés laboral, derivado de la presión por alcanzar las metas laborales y que, al prolongarse en el tiempo, altera la personalidad y autoestima del trabajador; definido por Freudenber, en 1974).
El Instituto Nacional Para la Evaluación de la Educación en México, en su artículo “Cambio de paradigma: Retos del docente del siglo XXI” plantea algunas causas de dicho estrés laboral:
- masificación en los centros escolares;
- disgregación de los núcleos familiares;
- pérdida del prestigio de la figura docente ante padres de familia y el sistema educativo;
- exigencias pedagógicas del siglo XXI con recursos del XX;
- falta de conocimientos pedagógicos y sobre desarrollo humano enfocados a proveerles recursos para su trabajo dentro del aula;
- crisis social; e
- inestabilidad e incertidumbre respecto del modelo educativo.
Como puede apreciarse, no es menor la carga que enfrenta el docente al tratar de armonizar estos elementos.
Durante la pandemia se habló mucho de los recursos de los estudiantes, de las necesidades de los padres, pero poco se dijo de los requerimientos de los docentes, sobre todo de quienes laboran en la iniciativa privada, y que “sí o sí” debían resolver los problemas de conectividad, materiales, equipos y herramientas pedagógicas necesarias para esta nueva modalidad, dejando descubierto su espacio íntimo familiar por estar conectados 24/7 con padres de familia, directivos y alumnos.
Bajo este escenario ¿Qué implicaciones tendrá este desgaste laboral docente? ¿De qué manera se puede resolver? La respuesta, sin duda, no será sencilla y deberá plantearse desde diferentes ejes; derivado de la reflexión se tendrá que replantear la imagen del maestro y trabajar en su salud emocional, pues esto garantizará su mejor desempeño en la formación intelectual, técnica y en la formación del carácter y las virtudes de sus alumnos.
Para contribuir a la salud de los docentes considero necesario crear espacios de retroalimentación y redes de apoyo simplificar las cargas administrativas, respetar los tiempos de descanso y esparcimiento, establecer sanos límites a sus responsabilidades y respetarlos, así como reconocer la labor del maestro.
Por su parte, los investigadores José Andrés Rodríguez Ramírez, Albertico Guevara Araiza y Efrén Viramontes Anaya, en su artículo “Síndrome de burnout en docentes”, publicado en la Revista de Investigación Educativa de la Red de Investigadores Educativos de Chihuahua, REDIECH, hacen las siguientes recomendaciones:
Realizar estudios de personalidad y bienestar emocional en el área educativa, ya que hay muy poca información en este ámbito sobre el estrés y sus consecuencias; realizar estudios de estrés laboral y síndrome de burnout en las instituciones educativas, para tomar medidas de prevención y manejo de este malestar; ofrecer ayuda psicológica a los maestros que padecen estrés laboral; desarrollar programas de entrenamiento sobre control y manejo de estrés, para brindar las herramientas necesarias para enfrentarlo; mejorar las condiciones laborales para los maestros; las escuelas deben administrar la carga laboral de los profesores para evitar su desgaste físico y mental; promover hábitos saludables entre los docentes para mejorar sus condiciones de vida, de esta manera tendrán una mejor actitud para afrontar el estrés; Fomentar el desarrollo de programas de apoyo emocional y afrontamiento de los retos diarios; evaluaciones continuas sobre la situación física y mental de los docentes; solicitar apoyo a las autoridades educativas pertinentes para mejorar la infraestructura de las escuelas; y, finalmente: la autoridad educativa debe ser la promotora y guía de las acciones necesarias para lograr entornos educativos que cumplan con los objetivos para los que fueron creados, dejar de politizar y utilizarlos como centros de poder o de transmisión ideológica que merma la libertad y desarrollo de las personas y que ningún bien le hace a nuestra patria y a ninguno de los actores del sistema educativo; alumnos, padres, docentes, directivos.