¿Derechos Humanos vs. Derechos Humanos?

Bajo el nombre de “persecución educada”, el Papa Francisco y el Informe sobre libertad religiosa de la Iglesia Necesitada, han clasificado la nueva modalidad a través de la cual en muchos países del mundo se está hostigando, callando y hasta castigando a quienes no asumen lo “políticamente correcto” en relación con el tema de la familia y la ideología de género.
No es nuevo el intento, por una parte, de derogar la Declaración de Derechos Humanos de la ONU porque no satisface a los intereses totalitarios o autoritarios de muchos gobiernos. Pero ahora se da desde la sociedad civil, aprovechando las reformas jurídicas que han establecido la llamada “igualdad sustantiva”, el matrimonio igualitario y las innegables preferencias que en muchos lugares le han otorgado a los homosexuales con el pretexto de la no discriminación.
Lo curioso es que para promover esta agenda de género, que ha llegado incluso a la educación de los niños, se esgrimen supuestos derechos humanos que van más allá del reconocimiento, innegable, de la igualdad de todos los seres humanos. En realidad se está promoviendo, como en su momento lo hiciera el comunismo y el nazismo, una imposición ideológica que, ahora sí, implantaría un pensamiento único, recientemente configurado y sin fundamentos antropológicos, filosóficos o de cualquier otra naturaleza. Se trata de un acoso mediante el cual se pretende arrinconar a quienes no se plieguen a sus dictados.
La “persecución educada” no asume, aparentemente, la violencia genocida mediante acciones espectaculares que manchan de sangre a los verdugos y que se configuran como crímenes de guerra.
No, ahora se pretende negar las libertades religiosa, de pensamiento y de expresión, para acallar a quienes de acuerdo a sus principios religiosos, sus concepciones antropológicas o el simple sentido común, no aceptan la institucionalización de acciones contra el orden natural de la sexualidad humana.
De esta suerte, mediante el recurso a las denuncias penales o civiles, se pretende negar también el derecho a la libre educación y la libre asociación; imponiendo textos y prácticas ideologizantes, verdaderos lavados de cerebro, a los niños y niñas. También se pretende, mediante disposiciones legales diversas, cancelar la vigencia de las iglesias y organizaciones religiosas, pues sus principios son contrarios a lo que se pretende imponer ahora.
Aparentemente se trata de evitar mártires que derramen su sangre en defensa de su fe, aunque se olvida que los mártires son testigos y lo pueden ser incruentos. Estos son los intentos “educados” que no se distinguen mucho de las persecuciones del pasado.