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El cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue asesinado de 14 tiros disparados a quemarropa al descender de su automóvil en el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara la tarde del 24 de mayo de 1993.

A 30 años, su magnicidio es un monumento a la impunidad en nuestra nación, desde el primer momento se buscó sembrar por los responsables de la investigación, el procurador Jorge Carpizo, la hipótesis de que el Cardenal se encontraba en lugar equivocado en medio un enfrentamiento entre dos bandas rivales de narcotraficantes  la de los Arellano Félix y la del Chapo Guzmán, después se habló de confusión o equivocación, pero las contundentes y valientes declaraciones del médico forense Mario Rivas Sousa, echaron por tierra desde el mismo día el crimen esta hipótesis cuando dijo públicamente que al Cardenal le dispararon a muy corta distancia, menos de 1 m de arriba hacia abajo 14 tiros con armas largas, al doctor Rivas lo mandaron de vacaciones después de su declaración.

Durante 30 años las investigaciones pasaron desde el control absoluto de un fiscal especial Pablo Chapa designado por el presidente Carlos Salinas, hasta una etapa de investigación seria en los tiempos del presidente Ernesto Zedillo y el procurador Jorge Madrazo, con los trabajos de un grupo interinstitucional, en el que participaron en forma inédita el procurador de la República, el gobierno de Jalisco siendo gobernador Alberto Cardenas y la iglesia católica representada por el cardenal Juan Sandoval.

Durante esta etapa quedó evidenciada la manipulación de las investigaciones de los primeros tiempos de la fiscalía especial. Cuando se tuvo acceso a los expedientes de la Procuraduría de la República y a declaraciones de los primeros testigos del crimen se supo de una persona que escuchó a un hombre con un radio en la caseta de acceso al estacionamiento por donde entró el vehículo del Cardenal, decía “ya llegó ahí va es el”, un maletero del aeropuerto que escondido bajo un vehículo escuchó a los asesinos decir “ya está ya no hay testigos”, la declaración de las personas que iban en el vehículo delante del auto del cardenal que refieren que no había enfrentamiento alguno cuando al detener su automóvil escucharon en la parte de atrás un ruido como de una cortina metálica de tienda de abarrotes y al voltear veían que disparaban sobre la persona que buscaba descender del automóvil de atrás, el Cardenal Posadas.

La averiguación fue consignada desde los primeros días bajo la hipótesis de una confusión por enfrentamiento entre las bandas de narcotraficantes, imputando al “Gori”, primer detenido borracho en un hotel de plaza del sol el mismo 24 de mayo, haber participado y disparado esa tarde en el aeropuerto.

Posteriormente aparecería otro peritaje firmado el mismo día de los hechos, por los mismos que hicieron el peritaje con que fue consignado, pero que refería que dicha persona no había disparado.

Se falsificaron peritajes, se manipularon actuaciones, se adulteró el escenario del crimen, se robaron la cruz pectoral que el cardenal llevaba colgada al cuello y un sin número de anomalías que dieron lugar a que en 2009 a 15 años del asesinato el Tribunal Superior de Justicia de Jalisco ordenara anular las actuaciones y reponer todo el procedimiento, tarea a esas alturas muy compleja si no imposible.

En tanto en vía paralela se avanzaba con dificultad en las investigaciones con la PGR que tomaron un nuevo impulso en la administración del presidente Vicente Fox, las mismas pudieron constatar en declaraciones de testigos y actores, desde la intervención de los teléfonos del cardenal Posadas por la delegación Jalisco de la PGR y la vigilancia de su residencia, hasta la declaración de un amigo de la infancia del cardenal Posadas, Ignacio Flores quien lo visitó el 6 de mayo de 1993, 18 días antes de su asesinato y a quien el propio cardenal le confió que fue expulsado con violencia de una reunión en los Pinos, donde expresó su queja y preocupación por la protección desde el gobierno federal de los carteles del narcotráfico, que controlaban la prostitución y otras cosas en Jalisco, exigiéndole que no se metiera en esos asuntos.

Otra evidencia, encontrada en el archivo muerto del aeropuerto de Guadalajara, fueron las bitácoras de los vuelos México – Guadalajara del día del crimen, que en un principio fueron negadas y que al encontrarse mencionan un avión de la PGR asignado al procurador Jorge Carpizo que aterriza en el aeropuerto de Guadalajara una hora antes del crimen y regresa a la ciudad de México media hora antes del asesinato, para volver por la tarde a Guadalajara, con elementos de la PGR para entonces investigar el crimen, ¿a quienes trajo y que venían a hacer antes de los hechos?

El Procurador Carpizo no dejó nunca de intervenir públicamente en defensa de su hipótesis de la confusión conocida como “el Nintendo”, aún muchos años después de que dejó el cargo, descalificando a quienes exigíamos la verdad y la justicia en la investigación, pero nunca contestó al desplegado que a doble plana publicó en mayo del 2002 en el periódico “Reforma” quien fuera el secretario de Gobernación  en el tiempo del crimen, Patrocinio González Garrido, que en respuesta a un libro de Carpizo sobre el crimen del Cardenal, publicó bajo el título, “MIENTES CARPIZO” y en el que descalifica la actuación del entonces procurador, a quien acusa de haber ocultado la verdad y manipulado las investigaciones retándolo a responder a sus señalamientos.

El último esfuerzo por llegar a la verdad del caso, se realizó en octubre de 2010 cuando el gobernador de Jalisco Emilio González presentó ante la Suprema Corte  una demanda de atracción del caso por graves violaciones a los derechos humanos y a las garantías de acceso a la justicia cometidas en las averiguaciones, el caso fue listado para su análisis pero días después extrañamente fue retirado y se rechazó sin discusión la solicitud. Posteriormente mediante una reforma fue retirada esta facultad a la Corte de atracción de casos por violación grave a los derechos humanos.

Así queda para la historia el asesinato del cardenal Posadas Ocampo, quien fuera un actor fundamental en el proceso de reforma constitucional de 1992 que dio lugar al reconocimiento de la iglesia y a la reapertura de relaciones entre el Vaticano y el Estado mexicano después de 135 años de rompimiento.

Su crimen se vincula a un entorno en el que en menos de 18 meses se perpetraron tres magnicidios que cimbraron a México, el cardenal Juan Jesús Posadas el 24 de mayo de 1993, el candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994 y quien sería el jefe de la bancada de diputados federales del PRI José Francisco Ruiz Massieu el 28 de septiembre de 1994.

En algún momento el presidente Salinas diría que fue “la nomenclatura” y el general Jesús Gutiérrez Rebollo quien fuera jefe de la Región militar de Jalisco cuando sucedieron los hechos, diría que “la bala que mató al cardenal fue la misma que mató a Colosio”.

Hoy que México vive en la zozobra de un mar de violencia, inseguridad e impunidad, como nunca hubiéramos imaginado, se escucha un grito, un clamor de justicia que es indispensable para recuperar la paz que anhelamos todos los mexicanos.

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