¿Y la Rusia de Putin?

¡Cómo no va a ser tema de discusión en México la nueva administración de los Estados Unidos!
Tenemos tres mil kilómetros de frontera, es nuestro principal socio comercial, acabamos de renovar un tratado comercial, el T-MEC, y su agenda política es muy diferente a la de la anterior Administración. Por eso hay bastante escrito ya sobre esto, tal vez más de lo que hemos podido ver en verdad.
Sin embargo, siendo tan importante esa relación para nosotros también es necesario ampliar nuestra visión para prestar atención al panorama mundial y preguntarnos por el manejo de la puja que por la hegemonía mundial se está desarrollando –de hecho en otros renglones le hemos dedicado alguna atención a ese tema–.
Sí, en esa puja que en algunos aspectos recuerda la guerra fría de Estados Unidos con la URSS pero en la que ahora debemos fijarnos en las situaciones que la muestran diferente y más complicada.
Esta vez el adversario de Occidente se cuidó de contar con una fuerte economía y de desarrollar unos vínculos comerciales con los países de este lado del hemisferio que los vuelve muy difíciles de separar. Estas alianzas le dan una dimensión diferente y complicada a la pugna porque ahora juntos tienen intereses que les permiten no alinearse con el país que todavía se considera hegemónico.
El tablero mundial, a diferencia del ajedrez, tiene más cuadros y más jugadores además de los dos contendientes. Uno de ellos es particularmente interesante por su perfil y por su líder: la heredera de la URSS, la Federación Rusa o más sencillamente la Rusia de Putin.
Desde que tomó el poder este personaje, quien fuera director de la KGB durante el periodo final de la URSS, lo ha sabido retener mejorando la situación económica del pueblo ruso, ganando popularidad y haciendo ajustes a su conveniencia a la Constitución de la Federación Rusa.
En política exterior ha sabido explotar la posición de su país en el juego geopolítico, posición ahora muy disminuida, un viejo titán. Tomó por la fuerza Crimea en perjuicio de Ucrania y contra toda opinión ha mantenido el dominio. No le han importado mayormente las críticas internacionales por haber eliminado líderes opositores e incluso intentó establecer una comunidad con los países que anteriormente formaron la URSS aunque ahí no tuvo éxito.
Brindó apoyo a Estados Unidos durante la administración de G. W. Bush por el ataque a las Torres Gemelas y permitió usar su espacio aéreo durante la lucha con Afganistán. Sin embargo fue opositor a que ese país tendiera un escudo nuclear en Europa.
Durante la administración de Obama, Putin organizó congresos en su país en favor de la familia tradicional y pronunció discursos con los que sostuvo una agenda a todas luces contraria a la que sostenía el presidente demócrata de Estados Unidos con toda la intención de ganar un liderazgo internacional en temas relevantes.
En América Latina se ha aproximado a los países con regímenes de izquierda: Venezuela, Ecuador y Brasil, cuando los tuvo. A Venezuela le ha vendido equipo militar y le prestó aviones Tupolev para maniobras. Todo en busca de posiciones y protagonismo.
Ha colocado sus fichas, que en realidad son pocas, de manera que pueda prestar un apoyo convenenciero a China. Está en la Organización de Cooperación de Shangai, así como se une en ocasiones a la Unión Europea y dialoga con Estados Unidos cuando así le conviene. Justo ha tenido una conferencia telefónica con Joe Biden el pasado enero.
Cuando Biden recibió la solicitud de la conferencia se dio un tiempo para poder hablar antes con el Secretario General de la OTAN Jens Stoltenberg a quien reiteró el apoyo de Estados Unidos a esta organización. La anterior administración había puesto pegas al apoyo a este tratado por costos. Igualmente habló con los líderes de miembros relevantes del mismo: el RU, Alemania y Francia.
Sobre esta conversación, como era de esperarse, podemos encontrar dos versiones. La Casa Blanca, vía sus funcionarios, divulga una información general; el Kremlin, informa aún con más vaguedad.
La información disponible señala que en esta oportunidad Biden abordó, en una actitud calificada de “seria”, algunos temas principales: el maltrato al opositor Navalny, el respaldo a la autonomía de Ucrania y su interés por la ampliación por cinco años más del tratado sobre armas nucleares New Start que compromete a ambas naciones a la reducción de armamento nuclear pues el actual venció el cinco de febrero pasado.
Informaron que también fueron temas: la violación por parte de Rusia de Solar Winds y los informes acerca de que Moscú ofreció recompensas a los talibanes por matar miembros del ejército norteamericano en Afganistán. Biden dejó claro que Estados Unidos estaba dispuesto a defenderse y aplicar medidas para impedir la impunidad de Moscú.
Por su parte Moscú se ha limitado a decir que la conversación fue “franca y profesional” sobre “temas agudos de agenda binacional”. Por supuesto Putin felicitó a Biden por su elección y mostró su interés por la “normalización de las relaciones entre ambos países”, así como sobre el manejo de la epidemia del coronavirus.
¿Qué puede esperar Biden de Putin en el forcejeo por la hegemonía mundial?
Hasta donde podemos percatarnos tal parece que esta nueva administración tendrá hacia Rusia una actitud diferente de la que tuvieron las anteriores. Por ejemplo, su interés por Ucrania puede tener más fondo que los derechos humanos; por lo que se ha sabido hay negocios familiares de por medio.
La declaración inicial de Biden en el sentido de que Estados Unidos volvería a su liderazgo internacional implica necesariamente endurecer la pugna con China. Si esto es así, más vale que su administración tenga presente las habilidades de Putin. Como dijimos, sus fichas son pocas pero sabe colocarlas en donde “su ubicación” las hace valer más.
Tal vez decidan colocar en su verdadero nivel a este jugador antes de hacer pulsos más fuertes con el retador. El lunes siguiente a la llamada Biden dijo a los periodistas simplemente que esperaba que ambas naciones cooperaran en áreas donde ambos obtengan beneficios.