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Lo previsible y los equilibrios en la presidencia de Biden

por | Internacional, Política

El pasado 20 de enero Joe Biden tomó posesión como presidente de Estados Unidos. Su gobierno arrancó con la opinión pública a su favor, no solo por su reciente triunfo electoral, sino también como respuesta a la irrupción violenta al Capitolio por parte de simpatizantes del ex-presidente Trump, misma que ocurrió dos semanas antes a la toma de protesta.

El presidente Biden se vendió durante la campaña presidencial como la opción política decente, “de sentido común”, que puede lograr acuerdos con los republicanos (bipartisanship) y reconstruir puentes con el mundo. El mensaje ofrecido en su toma de posesión fue de unidad, de máximo reconocimiento a la democracia e hizo un llamado a terminar con la guerra de incivilidad (uncivil war) entre los estadounidenses.

Joe Biden es un hombre ampliamente experimentado en política partidista. Ha trabajado en ella por alrededor de 46 años, dentro de los cuales sirvió ocho años como Vicepresidente durante el mandato del ex-presidente Obama y fue senador por Delaware por 36 años consecutivos. Biden se presentó con la plataforma más moderada o centrista, dentro de todos los precandidatos viables contendientes a la presidencia por el Partido Demócrata, y enarboló la bandera de sostener y extender el legado del ex-presidente Obama.

Biden debe tener sensibilidad para escoger áreas políticas en las que poner mayor atención y otras en las que dejar que operen su gabinete o incluso otras corrientes del Partido Demócrata. En el discurso Biden se manifiesta consciente de la división política del país, por lo que su gobierno ya comenzó a ejecutar acciones para revertir el legado del ex-presidente Trump, sobre todo aquellas que le den renta política y social, y mantener el apoyo de republicanos moderados. Biden se ha rodeado primordialmente de personajes que sirvieron en la administración del ex-presidente Obama, por lo que se espera una reducida curva de aprendizaje por parte de su gabinete. Por ahora se percibe que la máxima prioridad del gobierno es salir de la pandemia, restaurar la economía y acelerar el empleo.

Biden no solo estará ocupado con la pandemia, también tiene que atender su tienda política. Considero que es apropiado matizar a Biden como un presidente de transición, en lo que respecta a la futura sucesión presidencial, al interior del partido Demócrata. Dados sus 78 años de edad, y cierta disminución cognitiva que mostró durante la campaña, es difícil verlo como un presidente de dos periodos.

En este sentido será interesante observar su liderazgo como líder del partido demócrata y también el comportamiento de los diferentes grupos ideológicos dentro del mismo, todos notoriamente de izquierda y algunos de ellos con mucha visibilidad pública, como la del senador Bernie Sanders o la joven diputada Alexandria Ocasio Cortez (conocida como AOC).

La pregunta de fondo es: ¿Habrá unidad dentro del partido o las corrientes buscarán avanzar sus propios movimientos? Pareciera que Biden tiene la habilidad política necesaria, pero se desconoce si cuenta con la energía suficiente. Por lo pronto el presidente Biden nombró al ex-candidato al senado por Carolina del Sur, Jaime Harrison, como cabeza del Comité Nacional del Partido Demócrata y al que le tocará abordar estos asuntos.
La agenda pública del presidente Biden y de los demócratas es variada y amplia. Hay temas en los que se puede encontrar afinidad bipartidista, como la recuperación económica, y otros en los que no la hay desde hace muchos años y no debería esperarse que la hubiera, como en los temas de vida y familia.

Para ser claros, el Partido Demócrata apoya mayoritariamente la expansión y el financiamiento público del aborto y también la perspectiva de género. Por otro lado, los demócratas se han mostrado más sensibles a las causas de justicia social, de igualdad de oportunidades, de condena a las manifestaciones de racismo, sea de discurso o con hechos, lo que les mantiene la simpatía de votantes de buena voluntad o incluso religiosos.

Con el presidente Biden se han roto muchos paradigmas aspiracionales: se rompió el glass ceiling al tener a la primera Vicepresidenta mujer y a la primera mujer al frente de la Secretaria del Tesoro, como también al primer secretario abiertamente gay y a la primera persona transexual nominada a una subsecretaría. De hecho percibo apoyo de las mujeres en general hacia Biden, porque ha favorecido el empoderamiento de la mujer en lo alto del gobierno. Es curioso el contraste mediático con una historia similar de acceso al nivel máximo de responsabilidad, como el de Amy Coney Barrett cuando fue designada ministra de la Suprema Corte. Es la misma realización aspiracional guiada por interlocutores diferentes.

A pesar de que a nivel federal muy probablemente se siga la línea ideológica marcada desde el periodo del ex-presidente Obama, me mantengo escéptico de cualquier cambio sustantivo a nivel federal en los temas de vida y familia. Como le escuché decir a un respetado líder recientemente: la política es de percepción y posiblemente la prensa quiera vender encabezados o enfrentar a ciertos grupos, pero la realidad social e institucional son otras.

Las razones por las que dudo que fructifiquen cambios importantes son: el poco margen de maniobra dada la mínima mayoría demócrata en las dos cámaras del Congreso, la prioridad de la pandemia y los equilibrios institucionales. Por ahora los demócratas tienen dos años de mayoría aritmética en la Cámara de Representantes y en el Senado, misma que no han tenido desde el periodo 2009-2011, los primeros dos años del ex-presidente Obama. Las verdaderas prioridades de este gobierno se van a materializar en los primeros dos años y veo poco probable que inviertan capital político en estos temas. Seguramente habrá capital mediático y apoyo presupuestal, así como apoyos simbólicos, pero difícilmente se harán de manera codificada. La atención del gobierno está concentrada en la respuesta a la pandemia, específicamente en el acceso y distribución de la vacuna, los incentivos económicos y regresar a la sociedad a la nueva normalidad lo antes posible.

También hay mecanismos de equilibrio que dificultan cambios drásticos, al menos en sus primeros dos años de gobierno, estos son: la aplicación de la “tercera ley de Newton” en lo social, la composición de la Suprema Corte y jueces federales, y el filibuster.

Estimo un “comportamiento Espejo” respecto a lo observado en el periodo anterior, cuando hubo nombramientos de tres ministros a la Suprema Corte y de 226 jueces federales. Los demócratas impulsaron estas causas a nivel local incluso en plena pandemia, alertando que la federación podría obstruir sus derechos reproductivos. A esto me refiero cuando menciono la aplicación de la tercera ley de Newton a lo social, “a toda acción, corresponde una reacción”. Por ejemplo, cuando recién acababa de conmemorarse el 48º aniversario Roe vs Wade la Casa Blanca hizo un pronunciamiento sobre su compromiso de codificar los alcances de este caso, al mismo tiempo que hubo “una reacción” de políticos en estados como Tennessee, que buscaron restringir estos supuestos derechos reproductivos. Hay que poner más atención a lo local.

Otro mecanismo es la composición actual de la Suprema Corte y el nombramiento de 54 jueces federales de apelación, instalados en 94 cortes a lo largo del país, mismos que podrían dar la última palabra en casos relacionados. Por último la famosa regla legislativa conocida como el filibuster, que requiere del voto de 60 miembros del Senado (de un total de 100) para finalizar el tiempo de debate legislativo y someter asuntos a votación. El filibuster es una regla de procedimiento del Senado que podría cambiarse en algunos asuntos, pero que difícilmente se romperá de manera permanente. La composición actual del Senado es 50-50, con el voto de desempate por parte de la Vicepresidenta Harris. Sin embargo hay al menos un par de senadores demócratas que han manifestado su oposición a deshacerse del filibuster permanentemente y sin estos dos votos no llegarían a la paridad requerida para que Harris desempate, hipotéticamente.

Sin caer en una ingenuidad irresponsable, francamente espero una apuesta pragmática de los demócratas con el pulso sostenido por el presidente Biden, solidificando la recuperación económica después de la pandemia y buscando incrementar el margen de mayoría legislativa por más de dos años. Mientras tanto hay que enfocarse a lo local, en cuestión social y política, para poder tener una mejor radiografía de lo que se viene en el 2023, las siguientes elecciones intermedias.

Por último, bajo el entendido de que la lucha social debe presentarse en muchos frentes, creo que los políticos católicos deberían mantenerse propositivos y buscar el bipartidismo en aquellos temas donde pudiera haber afinidad de miras, como la migración, la infraestructura, la lucha contra los monopolios tecnológicos o la prohibición de la pena de muerte, obviamente una vez que el país supere las secuelas del COVID.

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