La “Plan-Demia” y la libertad religiosa

Decía Chamfort que es más fácil legalizar ciertas cosas que legitimarlas. Este es el caso que nos ocupa, la existencia de una pandemia es evidente, pero que ésta ha sido aprovechada o incluso diseñada para imponer una ideología anticristiana es también indiscutible.
Igual que al día de hoy legitimar la persecución religiosa es demasiado excesivo, es cierto que se ha tratado de iniciar su legalización.
En prácticamente todos los países del mundo se ha limitado o prohibido «de facto» el derecho a la libertad religiosa, con la excusa de la pandemia, curioso virus que se propaga en iglesias y catedrales pero no en tiendas de ropa ni en reuniones de sindicatos de izquierda.
En Francia se limitaron las misas y celebraciones religiosas a 30 personas, en Bélgica a 15, y en España en la Comunidad autónoma de Castilla y León se limitaron los actos de culto a 25 personas, siempre sin importar el tamaño de iglesias y catedrales y con un toque de queda a las 8 de la noche, incluso en celebraciones al aire libre.
La estrategia era clara, prohibir la fe cristiana.
En Castilla (España) se encuentran algunas de las catedrales más grandes del mundo, la Iglesia de San Pablo, donde se bautizó Felipe II con capacidad para cientos de personas o la Catedral de Burgos con capacidad para más de mil personas, curioso fue el caso de San Benito en Valladolid (iglesia de más de mil 800 m2) en la que uno de sus sacerdotes fue sancionado por oficiar una misa a la que asistieron 50 personas cuando el límite establecido era de 25 (en dicha iglesia caben casi mil personas).
Aquello me recordó a San Juan Pablo II, que cuando siendo Obispo de Cracovia los comunistas exigieron un impuesto revolucionario a los católicos con el propósito de acabar con las celebraciones religiosas católicas. Si los párrocos no pagaban la extorsión eran detenidos y encarcelados. El Obispo Wojtyla aconsejó entrar en prisión, así cuando un párroco entraba en prisión era suplido por el Obispo, retando así a los soviéticos a que detuviesen a un Obispo.
Efectivamente como decía Chamfort era más fácil legalizar la prohibición de las misas o imponer un impuesto revolucionario, ahora con la excusa de la salud, que legitimar semejante atropello a los derechos fundamentales; así se convertía en algo legal pero continuaba siendo ilegítimo (en este caso porque la comunidad autónoma no tenía potestad para imponer semejante limitación, y porque se estaba realizando una clara persecución religiosa). Pero los católicos supimos reaccionar (desgraciadamente no siempre ha sido así) pues era ya demasiado descarado el propósito de acabar con la libertad religiosa; y en caso de duda, como decía San Juan Pablo II, siempre es mejor ser detenido que renunciar a Cristo.
Finalmente la Asociación de Abogados Cristianos consiguió que la justicia, el Tribunal Supremo, derogase dicha “limitación -prohibición” y con ello la sanción al sacerdote antedicho, aunque no hay que “bajar la guardia” porque es claro que habrá más intentos de acabar con la fe, habrá más persecución y tal vez habrá más virus de laboratorio que sirvan para imponer la «agenda 20-30» y mientras los católicos sigamos dejando que se vulneren nuestros derechos y sigamos dejándonos engañar estaremos facilitando en extremo todas esas limitaciones, prohibiciones y persecuciones.
Según el Tribunal, «no cabe apreciar que se produzca un riesgo para la salud pública, porque la suspensión de número máximo de 25 personas no afecta al límite de un tercio del aforo, que se mantiene vigente, lo que constituye, en unión del resto de las actuaciones de prevención que deben observarse, una salvaguarda suficiente».
No existía ni proporcionalidad (no se limitaba en función del espacio, ni la capacidad o aforo de los lugares de culto), ni equidad (no se trataba igual a las tiendas de ropa o mientras se prohibían misas se permitían reuniones de cientos de personas de sindicatos de izquierda), ni existían estudios médicos rigurosos que avalasen dicha limitación aleatoria a 25 personas.
Pero, ¿quienes imponen estas leyes? En el caso de España no fue un gobierno “de izquierda”, sino el Partido Popular en colaboración con Ciudadanos, partidos llamados a sí mismos «de centro», pero que colaboran activamente con la masonería, concretamente el vicepresidente de dicha comunidad autónoma, y el impulsor de esta limitación o prohibición de facto, imparte asiduamente charlas para una logia masónica.
Estamos viviendo una época convulsa a nivel mundial, en la que podemos ser meros espectadores y ver con desasosiego como tratan de acabar con los más débiles con el aborto y la eutanasia, como intentan prohibir los principios del humanismo cristiano y directamente hacen desaparecer todo lo cristiano, o podemos ser protagonistas (como decía San Agustín) rezando como si todo dependiera de Dios y luchando como si todo dependiera de nosotros, sabiendo que es una lucha que no será fácil pero que valdrá la pena.