Mujer, política y paz

En días recientes tuve el honor de participar en un Panel que versó sobre los conceptos que titulan esta colaboración. Aprovecho la amable invitación de FORJA para compartir algunas ideas que pueden orientar el quehacer femenino en el mundo de hoy, en el que la búsqueda de la paz es un imperativo, y la política un medio idóneo para hacerlo.
Comenzaré por decir que la paz y la política parecen conceptos contradictorios, al menos en nuestro país, en el que la política es tierra de confrontación, de descalificaciones, y de problemas. Paradójicamente, afirmo que es precisamente la política el espacio donde el trabajo a favor de la paz puede rendir mejores frutos.
Quiero hacer la aclaración que en este caso estoy hablando de la política en sentido estricto: la política del poder, la del gobierno, la política partidista. No me refiero a la política en términos generales, que es el quehacer ciudadano y que nos compete a todos sin excepción.
La paz es la convivencia en el orden, la concreción del ‘nosotros’, la armonía entre los hombres y entre los estados. La paz es elemento esencial del bien común.
La política es el espacio donde se construye el bien común, donde se tejen los acuerdos, donde se ponen en práctica las decisiones. La política es donde las obras de misericordia adquieren dimensiones insospechadas.
‘Dar de beber al sediento’ es una obra de misericordia que se cumple si damos un vaso de agua a un menesteroso. Reunir un grupo de amigos para llevar garrafones de agua a una colonia marginada también lo es. Y lo es en mayor grado si desde la presidencia municipal propiciamos que existan bebederos en todas las escuelas y parques del municipio. Y lo es, si desde los presupuestos estatales o federales proveemos recursos para instalar plantas potabilizadoras de agua para ‘dar de beber al sediento’.
Como el ejemplo anterior podemos poner muchos más, y llegaremos a la conclusión de que es importante estar presentes en el quehacer político, en la vida pública, quienes compartimos la convicción de que trabajar por el bien común es una vocación no solo necesaria sino, en estos tiempos, indispensable.
La política es un espacio resbaloso, la lisonja y la zalamería están a la orden del día. La corrupción aparece en cada momento. Por lo anterior se ha popularizado entre muchos la idea de que como ‘la política es mala’, ‘los buenos’ no podemos participar en ella.
¡Craso error! Es precisamente por eso que debemos participar en política los que trabajamos por el bien común, porque la política es un instrumento que debemos aprovechar para alcanzarlo, porque la política es el ‘arte, ciencia y virtud del bien común’
La política, como casi todas las disciplinas de la vida, ha sido ejercida preponderantemente por los hombres. La presencia de la mujer es precisamente por eso, indispensable. La política no está resultando hoy en día un lugar adecuado para dirimir en paz las diferencias, y una de las razones es que las mujeres hemos estado ausentes en ella.
La presencia de la mujer en la vida pública es importante para humanizar los fríos espacios del poder, con las características propias de la naturaleza femenina. En la política se necesitan mujeres simplemente por lógica, para que sea íntegra, completa, humana. Nada será completamente humano si está ausente la perspectiva de la mujer.
La política es el espacio donde se deciden los asuntos más importantes para la nación, para la sociedad, para la familia. Necesitamos estar ahí, donde se elaboran las leyes y se diseñan las políticas públicas. Necesitamos estar ahí, donde se toman las decisiones más importantes.
La presencia femenina en la vida pública debe darse en igualdad de condiciones con los hombres. Somos corresponsables con ellos de lo que se haga o se deje de hacer en el campo de lo público. Hombres y mujeres estamos llamados a “rehabilitar la política” con el ejercicio de la caridad, como nos invita a hacerlo Evangelii Gaudium.
La política, entendida en clave evangélica, requiere la participación corresponsable de hombres y mujeres, aunque hay que enfatizar en el punto de las mujeres, porque su presencia en el ámbito de lo público sigue siendo escasa. El Congreso, el Municipio, el gobierno en general, están urgidos del talante creativo, fresco, sensato de las mujeres, para lograr la armonía de las voces distintas, de los intereses diversos, de las posiciones encontradas.
Las mujeres que incursionamos en la vida pública debemos esforzarnos por practicar las virtudes y adquirir las cualidades que nos fortalezcan para vencer la tentación del poder.
- Es necesario luchar por ser humildes; que el aplauso no nuble la razón, que la popularidad no ignore la verdad.
- No podemos dejar de lado la caridad, que nos hace sufrir con el desamparado y comprender al diferente, que nos permite encontrar puentes con los otros.
- La resiliencia es fundamental para permanecer en la batalla; saber esperar, resistir la adversidad, aguantar los malos tiempos en espera de los mejores.
- La virtud por excelencia de un buen político es la prudencia: ni temeridad, ni pusilanimidad, el justo medio, la decisión adecuada, razonada, cautelosa, atinada.
Considero que la presencia de las mujeres en la vida pública debe tener un objetivo que vaya más allá del que tiene que ver con la equidad o la paridad. Si nos esforzamos porque haya más mujeres legisladoras y gobernantes, es para que su presencia contribuya al bien común. Aporto tres puntos para ser tomados en cuenta.
- Ser auténticamente mujeres. Que se note la diferencia de las aportaciones que se hacen. No imitar actitudes masculinas, el ‘genio femenino’ debe hacerse presente en todos los temas. No solamente en lo que se refiere a salud, igualdad de género, discapacidad. También en finanzas, defensa, cuidado del medio ambiente, presupuesto.
- Nunca arriar nuestras banderas. La defensa de la vida, de la familia, de la educación con valores, de los derechos fundamentales, deben formar parte de nuestra agenda. Se puede hablar con los que piensan distinto, y de los que hacen propuestas opuestas, desde la firmeza de las convicciones. Con caridad, pero con firmeza.
- Trabajar por la paz. La política es instrumento para la paz, porque se construye en el encuentro entre los que piensan diferente, y las mujeres podemos tejer esas redes de comunicación entre todos. Las mujeres debemos ser protagonistas en la construcción de un mundo de paz.
Las mujeres debemos ser valientes y sensibles, fuertes y misericordiosas, guerreras y pacificadoras. Mujer, política y paz sí son compatibles.