China y su ascenso a Imperio

Las aspiraciones de China como nueva nación hegemónica (hegemonía: “supremacía que un Estado ejerce sobre otros”, o “supremacía en general”) no pierden actualidad.
Las naciones hegemónicas, Roma es buen ejemplo, son aquellas que ya sea en forma militar, diplomática, o de manera solapada, controlan los gobiernos de otras naciones para ponerlos al servicio de sus intereses. En ellas se imponen leyes, idioma, moneda, cultura, modas, literatura y, a veces, religión.
Pues bien, Roma tuvo a su servicio a intelectuales griegos, filósofos, literatos e historiadores. Uno de ellos, Polibio, quien observó que las naciones fuertes, los imperios, cumplen un ciclo en forma de campana: inicia en forma ascendente, alcanza una cierta altura y empieza a bajar hasta volver al nivel inicial.
Roma inicia como República en un mítico año 758 a.C.; y en el año 27 a. C. se convierte en el Imperio Romano que duró poco más de 500 años, hasta el 476 d.C. Antes de ser arrasado una parte se trasplantó a Constantinopla, en donde logró otros mil años más.
Del imperio de Roma pasamos al Sacro Imperio Romano-germánico; al Imperio Español, que “en sus dominios no se ponía el sol”; al Imperio Portugués; al Imperio Británico; hasta llegar, después de la Segunda Guerra Mundial, a la bipolaridad Estados Unidos de Norteamérica–Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas y concluir con la actual nación hegemónica USA, y la emergente China Comunista.
En el caso de los holandeses -y su dominio en Asia Oriental e islas de la zona- y de los franceses -y su Indochina francesa-, estos fueron imperios regionales que siguieron la misma trayectoria de los grandes imperios.
Siguiendo la descripción de Polibio, Estados Unidos dejará de ser la nación hegemónica. La pregunta es ¿Cuándo será este declive; y quién tomará su lugar? ¿Cuándo? no está claro, pero su sucesor, parece evidente, hoy sería China.
Hace cien años no parecía que la ambición de los Estados Unidos sobrepasara al continente americano: Doctrina Monroe. Pero después de la Gran Guerra y participar exitosamente en la Segunda Guerra Mundial, su papel cambió, se planteó como la nación hegemónica, sucediendo al Reino Unido.
Podemos decir que su proceso inició hace cien años y ya alcanzó su cenit, por lo que es de esperarse que pronto se note su declive. Algunos observadores vieron el inicio de este declive cuando la URSS colocó el primer satélite artificial, el Sputnik y al poner al primer hombre en órbita (Gagarin), pero Estados Unidos reaccionó y pisó la Luna antes que cualquier otra nación.
Otro momento fue el desastre interno y externo en Vietnam. Sin embargo, el colapso de la URSS hizo creer que el triunfo norteamericano se prolongaría indefinidamente.
Pero, pocos años después, el crecimiento económico y militar de China rivaliza ya con el poderío de los Estados Unidos.
Sin embargo, el surgimiento de una pandemia iniciada en una provincia china transformó el escenario mundial.
Previo a la pandemia, China venía creciendo de manera impresionante, a pesar de las grandes desigualdades internas. Esto, porque su gobierno comunista adoptó el modelo de desarrollo capitalista con ciertas condiciones y controles, capitalizando así la lección del colapso de la URSS.
Aceptando inversiones foráneas, a partir del gobierno de Deng Xiaoping, en 1979, China se abrió al Occidente, logrando el reconocimiento de los Estados Unidos y de la ONU; hizo crecer su PIB a ritmo de dos cifras; inició una campaña de buena vecindad en Asia y procuró la simpatía de naciones de África y Sudamérica para asegurar votos favorables en los organismos internacionales en apoyo a sus acciones comerciales y diplomáticas, pese a los inconvenientes técnicos aparecidos en algunas de las obras que financiaron y construyeron en África.
Pero, con la aparición del virus SARS Cov 2 las cosas cambiaron. Xi Jin Pin, el presidente de China, tuvo que enfrentar el problema. Asumió decisiones importantes como reconocer que la epidemia había iniciado en su país, las acusaciones de haber experimentado con virus y la sospecha de que, por descuido, o de forma intencional, habían propiciado el contagio.
La epidemia en China se controló con “tolerancia cero”: cerrando ciudades y sectores, interrumpiendo comunicaciones, lo que afectó la producción y, por ende, a la economía China y a la mundial. Aunque desarrolló sus vacunas, no logró la “inmunidad de manada”.
La sospecha se ha actualizado y se duda de que el gobierno chino hable con verdad respecto a que investiga secretamente en muchos campos de la ciencia, incluido infectología. Para eso manda a miles de estudiantes chinos a capacitarse en universidades de Europa y Estados Unidos, para que apliquen en su país lo que aprendieron y, en ocasiones, descaradamente copian o roban tecnología para poder competir con Occidente.
China tiene su propia estación espacial que compite con la estación espacial internacional; planea explorar la Luna y ha desarrollado una avanzada tecnología en computadoras cuánticas enfocadas a la tecnología militar. Entre sus planes está ir más allá de la “geopolítica” para incursionar a escala extraplanetaria.
Además, Xi ha enfrentado otros problemas: la población de Hong Kong se ha manifestado en varias ocasiones en contra de los gobernantes impuestos por el gobierno de Beijing; la visita de Nancy Pelosi, presidente del Congreso norteamericano a Taiwán, la “otra China”, en contra de la petición explícita del gobierno comunista chino.
Xi ha trabajado en fortalecer su liderazgo. A finales de 2022, en la reunión de los altos líderes del partido comunista, se hizo reelegir para un tercer periodo como jefe supremo del gobierno de China. Esta reelección es inusitada, de hecho, no todos los líderes políticos quedaron contentos.
China busca recuperar su nivel productivo prepandemia, pero por su conflicto comercial con los Estados Unidos muchas empresas norteamericanas han decidido moverse a otros países entre ellos México, por su cercanía con el mercado norteamericano (“nearshoring”).
Tiene a su favor el alto nivel tecnológico que ha alcanzado; una poderosa fuerza de trabajo -1,460 millones de habitantes-; una élite técnica y científica en diversos campos; y, un sistema de gobierno que toma decisiones incuestionables para su población.
China seguirá siendo la segunda economía del mundo y retadora de la nación hegemónica actual, siempre que sus líderes mantengan la unidad y no tomen decisiones equivocadas. La posición geopolítica de China se fortalece tras el encuentro número 40 entre Xi Jing Ping y Vladimir Putin, desde 2013. En esta ocasión para suscribir una alianza en contra de USA, en medio del apoyo militar de Europa a Ucrania.
A China no le convendría seguir la ruta de Rusia e invadir Taiwán; forzar los convenios con Hong Kong; o propiciar marchas de inconformidad de su población, que podrían desestabilizar al régimen.
Cabe preguntar ¿un gobierno autárquico es más estable que uno oligárquico, que permite una aceptable rotación social?
Seguimos pendientes para descubrir si los Estados Unidos han iniciado su declive -que forzosamente llegará-, y para observar si India o algún otro país, o una liga de países con una situación política más estable que China, se ofrece como nuevo retador.
Paciencia