Ante el posthumanismo. Parte II

La superación del saber sobre los que es el hombre, que se ha venido formando desde hace miles de años -su esencia, su ser, su existir, su actitud ante la vida con sus cambiantes logros y tragedias, su destino después de su muerte, la forma de relacionarse con quienes llama sus semejantes, lo que es correcto e incorrecto- está siendo cuestionada por un torbellino de ciencia desbocada de ética, en un contexto en que sus instrumentos son más poderosos que nunca y que pretende superar las imperfecciones y limitaciones de ese humano milenario.
¿Por qué el hombre tiene que sufrir, enfermarse, deprimirse y morir si la ciencia puede superar todos estos estados, sentidos como limitación?,¿Por qué es necesario aceptar que haya tantos hombres pobres por una mala planeación?
¿Por qué es necesario molestar a una mujer para que dé a luz a otro ser tan vulnerable como ella, y a un varón que estará toda su vida luchando por mantener a aquel engendrado en un brevísimo instante de placer?, ¿Por qué tener hombres y razas tan inferiores si esto puede ser evitado por la ciencia?, ¿Por qué estar sujeto a un sexo desde la cuna hasta la tumba si es posible hacerlo pasar a su propia voluntad a otros géneros tan variados y amplios como su libertad de elegir?.
Esas limitaciones de lo humano la Ciencia deberá superarlas, el hombre empoderado sabe que no puede existir un ser tan cruel al que llaman Dios que crea al hombre en un estado tan lamentable, y si existiera, debería morir ante el altar de esta nueva super ciencia que lo mismo descifra el genoma, rastrea el origen del cosmos y que pronto dominará el cerebro humano.
No puede pensarse en estos temas sin sentir de inmediato el vértigo causado por un elemento inicial, como si fuera la percepción de las ondas cósmicas creadas por la gran explosión primigenia y que llegan hasta nuestros días, es el grito desesperado del “seréis como dioses” convertido en obsesión y rebelión contra todo lo existente.
Desde la escena de la tentación en el paraíso, pasando por el el “golem” de la leyenda judía, el diablo cojuelo, o el Fausto de Goethe, el eco de ese grito sigue acechando el destino de los hombres.
El posthumano ya no será un robot como el imaginado por Isaac Asimov y que tenía una regla fundamental: robot no ataca robot.
Podía haberse imaginado hace algunos años como el Cyborg, un hombre que lleva insertados microprocesadores que le permiten compensar sus carencias físicas, fuerte como una máquina poderosa, sobrehumana, auto-inmunizado a las enfermedades, informado de su entorno, con voluntad de poder, pero este cyborg tenía graves limitaciones cognoscitivas, era hasta cierto punto torpe.
No más, el nuevo posthumano a través de la inteligencia artificial tendrá a su disposición de manera instantánea todos los elementos necesarios para vencer a sus contrincantes humanoides o posthumanos sin violencia física alguna, podrá intuir su pensamiento, saber cómo reaccionará a determinados estímulos, conocer sus fragilidades deducidas a partir de la información almacenada desde el momento de su nacimiento o creación, según haya sido el caso, conocerá el precio de cada uno. Será un déspota cariñoso, preocupado por dar el mayor placer a sus seguidores a cambio de una obediencia liberadora, comerá lo indispensable para estar sano para los trabajos que se le hayan asignado, se divertirá ante la pantalla asignada que, a diferencia de las distopias de Benson o Orwell, le procurará la distracción que necesita para volver a trabajar al siguiente día.
Que esta posibilidad no es solo fruto de una imaginación abrumada por la velocidad del cambio, o por la incompetencia de quienes no han tenido la capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos o saberes, o por la búsqueda de una identidad perdida en el camino; muchas mentes lúcidas lo han intuido, desde Fukuyama, Baumann, Byong Chul-Han y muchos otros. Más sorprendente es la mirada de Geoffrey Hinton, el llamado padrino de la inteligencia artificial y del chat IPG, expresando las dudas e incógnitas para las que aún no hay respuesta del monstruo que ha contribuido a crear.
En vísperas de la creación de la bomba atómica, la élite científica tuvo serias dudas sobre el potencial de la energía que estaban por liberar, Einstein escribió al presidente de los Estados Unidos sobre los enormes riesgos de la energía nuclear mal empleada, Heisemberg y Oppenheimer intentaron detener la rueda que habían echado a caminar, pero ninguno pudo impedirlo. Una vez entrada la comunidad científica en la Ciencia por la Ciencia sus descubrimientos fueron usados para causar gravísimos males a la humanidad, que no es posible contrastar con precisión con sus beneficios.
Hoy ningún país permite formalmente que se clonen humanos, pero como es sabido, no se logrará frenarlos.
Hinton ha contado como sus investigaciones y la dirección que toman ha estado fuertemente influida por la comunidad militar, que es la que aporta los fondos para investigar, de la misma forma que pasa en Rusia o China.
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