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Trump – notas para un balance

por | Internacional, Política

Cuando Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos el “círculo rojo” aseguró, casi unánime, que lo que se venía era el caos, la ruina de América y la guerra. Anticipándose a Steven Levitsky dijeron que así moría la democracia americana. El fascismo – o el populismo nacionalista si se quiere otra etiqueta – se había instalado en la Casa Blanca y un loco detentaba el poder. Era el inicio del fin. Cuatro años pasaron: no hubo caos, ni ruina ni guerra. Ni el fascismo se instaló en Estados Unidos ni la democracia acabó.

Hubo, eso sí, un intenso y violento embate entre el establishment y el nuevo mandatario. Desde el inicio Trump fue tratado como advenedizo, incluso entre los republicanos.  A pesar de ser rico no es miembro de lo que el sociólogo William Domhoff denominó en 1967 “clase superior norteamericana”, ese conjunto de hombres de negocios y de sus familias que ejercen una tradicional hegemonía sobre la política del país y que a pesar de sus antagonismos internos, están íntimamente unidos a través de fondos fiduciarios, acciones, consejos de administración, fundaciones, matrimonios y reglas no escritas.

Si lo que dice Domhoff es verdad, es probable que Trump haya sido el primer inquilino de la Casa Blanca que no les debía subordinación alguna. Un outsider, una ruptura, una anomalía. Un nuevo rico, hijo de migrantes, negociador nato y showman, agresivo, audaz, pragmático y megalómano; con agenda propia, disruptiva, al parecer desvinculada de los intereses de la “clase superior”. No un loco, sino un bárbaro que tomó Roma.

De forma inesperada el empresario arrebató parte significativa del voto obrero, tradicionalmente demócrata, visibilizó al forgotten man (hombre olvidado) y estableció un vínculo con la América Profunda, severamente afectada por el fracaso económico de Obama y harta de la pulcra agresividad de una agenda ideológica ajena a su cultura sustancialmente cristiana. Los intereses personales del millonario confluyeron con los valores y el imaginario de una multitud conservadora. Las elecciones de 2016 y 2020 fueron un reflejo de la situación social del país, hacía varias décadas que las ideas y el programa de los candidatos no estaban tan claramente contrastadas.

Un balance serio del gobierno de Donald Trump debe partir de hechos, sin prejuicios, sin filias ni fobias. La narrativa casi ficcional que el mainstream media ha montado sobre su administración poco ayuda. Una muestra: la portada de la más reciente edición de la Time Magazine, de febrero de 2021, retrata a Joe Biden en el Salón Oval – vandalizado y lleno de carpetas con asuntos pendientes – observando desde la ventana un país en llamas. ¿Ese es el verdadero estado de las cosas? ¿Realmente el gobierno Trump fue un desastre? Veamos algunos datos de cinco tópicos:

A pesar de su retórica agresiva, Trump tuvo una de las administraciones menos beligerantes en los últimos 100 años. En cuanto Obama – Nobel de la Paz – es el único presidente en la historia de Estados Unidos que pasó su gobierno entero en guerra, Trump es el primero, desde 1980, que no inició un solo conflicto armado. Además redujo significativamente la presencia militar en el exterior e hirió de muerte al Estado Islámico prácticamente derrotado en Irak y Siria.

Trump deportó menos inmigrantes ilegales que Obama o George W. Bush. El demócrata expulsó casi 3 millones de personas en sus dos mandatos, en promedio, 375 mil personas por año. Trump deportó, 249 mil ilegales al año; y ninguna de sus medidas fue tan draconiana como la “Reforma de Inmigración Ilegal” decretada por Bill Clinton en 1996. En cuanto al polémico muro fronterizo con México Trump solo levantó 129 kilómetros y reformó 598 de los casi mil kilómetros ya existentes de barrera ordenada por Bill Clinton desde 1994.

Bajo el mandato de Trump el desempleo cayó a su nivel más bajo (3.5%) desde 1960, el salario aumentó a niveles que no se habían visto desde antes de la Gran Recesión y realizó la mayor reforma fiscal de los últimos 30 años que redujo impuestos sobre todo a empresas. En 2019 el país creció 2.3% frente a 1.6% de 2016, último año de Obama, cifra superior a las de otros países industrializados. El cuadro mudó, claro, con la pandemia.

Trump cerró el grifo que financiaba a entidades que promueven el aborto en el mundo con dinero de los contribuyentes. Especialmente eficaces fueron la aplicación de la Enmienda Siljander y la fiscalización de la llamada “Política de la Ciudad de México” que bloqueó a Planned Parenthood y disminuyó recursos para la ONU y la OEA. Además encabezó el Consenso de Ginebra – que promueve derechos de la mujer y rechaza que el aborto sea uno de ellos – e impulsó una alianza de 35 países que defienden la vida, la familia y la soberanía de los pueblos.

Se apoyó en organizaciones ciudadanas y en Mitch McConnell, líder de los republicanos en el Senado, para ocupar casi todas las vacantes de la judicatura federal: más de 230 jueces y tres miembros de la Corte Suprema. Amy Coney Barrett, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, conservadores y adversos al activismo judicial, mudaron la correlación de fuerzas del Tribunal. Desde Jimmy Carter ningún presidente había tenido un impacto tan profundo en el sistema judicial en un solo mandato.

Considerando los cinco aspectos aquí mencionados ¿Podría decirse algo parecido de las gestiones civilizadas de Bush, Sarkozy, Rajoy, Calderón, Macri, Piñera o Duque? Un análisis adecuado del Gobierno Trump requiere más espacio del que aquí dispongo y obviamente arrojará también sombras. Sin embargo creo que los datos presentados alertan sobre el riesgo de hacer juicios viscerales o apresurados y colocan en entredicho slogans que los ayatolas mediáticos de la “clase superior” imponen como verdades absolutas.

A pesar de no repetir un segundo mandato – y lo acontecido en la elección de 2020 merece un comentario aparte – Trump no tuvo menos votos que en 2016, tuvo 11 millones más. Para estos electores él no es el monstruo retratado por el coro mediático quizá sea un ogro, pero saben que, como la historia lo demuestra, cuando hombres de valía faltan o se omiten surgen ogros para enfrentar dragones.

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