Globalización del paradigma tecnocrático

En la misma línea de las colaboraciones anteriores engarzando los conceptos de Bien Común, Tecnología, Creación de Valor y Era Digital, cerramos este primer ciclo fundamentado en el pensamiento del Santo Padre Francisco.[1][2]
Es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral.
La liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho en algunas ocasiones: cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista; cuando la técnica se orienta prioritariamente a resolver los problemas concretos de los demás, con la pasión de ayudar a otros a vivir con más dignidad y menos sufrimiento y también cuando la intención creadora de lo bello y su contemplación logran una suerte de salvación que acontece en lo bello y en la persona que lo contempla.
La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?
Por otra parte, la gente ya no parece creer en un futuro feliz, no confía ciegamente en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales del mundo y de las capacidades técnicas. Toma conciencia de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia, y vislumbra que son otros los caminos fundamentales para un futuro feliz. No obstante, tampoco se imagina renunciando a las posibilidades que ofrece la tecnología.
La humanidad se ha modificado profundamente, y la sumatoria de constantes novedades consagra una fugacidad que nos arrastra por la superficie en una única dirección. Se hace difícil detenernos para recuperar la profundidad de la vida. Si la arquitectura refleja el espíritu de una época, las megaestructuras y las casas en serie expresan el espíritu de la técnica globalizada, donde la permanente novedad de los productos se une a un pesado aburrimiento.
No nos resignemos a ello y no renunciemos a preguntarnos por los fines y por el sentido de todo. De otro modo sólo legitimamos la situación vigente y necesitamos más sucedáneos para soportar el vacío.
Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de su proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de distintas maneras.
Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera; recoger los avances positivos y sostenibles y recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano.
[1] Francisco, SS, “Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en un seminario sobre «el Bien Común en la Era Digital», 27 de septiembre de 2019
[2] Laudato si’, 105-114