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¿Directora de transnacional o madre?

por | Mujer

Es el dilema que se le presenta a la mujer moderna. Cuenta ya con licenciaturas, maestrías, doctorados e infinidad de diplomados que la avalan como la mejor para ocupar los más altos puestos que pudiera solicitar. Tiene la capacidad de escalar posiciones ejecutivas y llegar al puesto directivo más alto en su empresa o en cualquier otro ámbito de trabajo en sociedad y, por otro lado, se encuentra su deseo de ser madre de darse por completo y amar a alguien como solo se puede amar a quien lleva tu esencia, a quien es parte de tu vida misma y a quien le has dado todo lo que a nadie más le darás. ¡Menuda elección!

Existen tantas circunstancias como mujeres mismas; y así, encontramos a la que se puede dar el lujo de elegir entre ser ejecutiva o ser madre. La que no puede escoger y tiene que trabajar para ayudar al sostenimiento de su familia. La que es jefe de familia en soledad y de la que dependen los hijos y a veces hasta los padres; en fin, la lista es interminable.

Tratemos aquí de la mujer que, por cualquier circunstancia, se ve en la necesidad de desempeñar un trabajo remunerado con un horario establecido, en un lugar determinado y bajo cierto reglamento. ¿Cómo lograr el equilibrio entre ser una profesional y ser una verdadera madre y no solo una mujer que dio vida? Porque dar vida… cualquier mujer fértil lo puede hacer; pero ser madre no todas lo logran.

Y es que habría que pensarlo muy bien antes de concebir un hijo; porque un hijo se merece todo el respeto del mundo. No es un apéndice, no es alguien que viene a llenar tu soledad y que tal vez verá por ti en la vejez, alguien de quien sentirte orgullosa y poder presumir a los demás como un perro con “pedigree” o con el que asegurarás la compañía de un hombre que tal vez de otra manera no se quedaría contigo, o una herencia y la estabilidad económica asegurada y ¿qué me dices si para ti ser madre significa un “error” o un “accidente”? ¡Tristísima situación sería esta!

Cualesquiera que fuesen los motivos que te llevaron a ser madre, el hecho es que te ves en la necesidad de trabajar y educar a tus hijos. Lleva en mente siempre y ten muy claro que la labor que desempeñas en tu trabajo, por eficaz y eficiente que la consideres, por única e irrepetible, no es indispensable. Eres descartable, necesaria pero no indispensable y una vez tomada la decisión por tus superiores “el rey ha muerto, viva el rey”, “pase a la caja por su cheque y … la que sigue” Así de fácil.

En cambio, si alguna vez soñaste con significar algo para alguien, con tener la más grande empresa que jamás haya sido creada, tus sueños han sido colmados y sobrepasados al tener un hijo. De ti depende la educación de ese ser que se te ha confiado. No le has dado solamente la vida física, sino la vida en todos sus ámbitos, lo creas o no, le has dado cuerpo a un alma infinita; llamaste a ser, a convertirse en cuerpo y alma unidos, a un ser que solo existía en el pensamiento. ¡Qué obra tan grandiosa! ¡Eres cocreadora! No hay empresa humana ni puesto directivo que le pueda llegar siquiera a los talones a la gran aventura de colaborar a la realización plena de este ser humano, a este hijo que ha nacido de ti; que es sangre de tu sangre y carne de tu carne, y que será lo que tú formes de él.

Una de las definiciones de educar es “sacar lo mejor de cada persona” podremos decir de ti como madre que tu hijo será lo que tú alimentes en él, lo que tú escribas en esas páginas en blanco, tus manos moldearán su personalidad con tu dedicación y su temperamento nato.

¿Has oído la frase: “La mano que mece la cuna es la mano que gobierna el mundo”? Es del poeta norteamericano William Ross Wallace quien publicó un poema titulado “Lo que gobierna el Mundo” y es que si una madre pudiera imaginar la grandiosidad encerrada en ese ser que despierta llorando cada tres horas, que ensucia pañales como si pretendiera marcar un récord mundial y que exige de ella todo a todas horas…

Pues sí, nada más ni nada menos eres la que mece la cuna y eres la que puede lograr que tu hijo o hija, o ambos, lleguen a convertirse en un regalo para la humanidad no solo como grandes personajes famosos por sus obras que cambien el destino de la humanidad, sino los mejores seres humanos que hayan podido ser creados.

Te preguntarás “¿Cómo si trabajo ocho horas o más al día? No hay una receta secreta que te asegure el triunfo, pero sí los ingredientes principales que tú sabrás como mezclar.

Definitivamente tendrás que dejar a tus hijos al cuidado de una guardería tal vez de tiempo completo, a algún pariente y, desgraciadamente, tal vez solos en casa.

Lo más importante en la vida de tus hijos es lo que logres educar del nacimiento a los siete años. Esto va a requerir toda tu dedicación, inteligencia, fuerza física e intelectual; voluntad, un nivel alto de tolerancia a la frustración y tener siempre visualizada la clase de hombre o mujer que pretendes que tu hijo llegue a ser con las herramientas que le vas a proporcionar en esta etapa y que formarán los hábitos que le ayudarán a elegir con libertad lo que él quiera para sí mismo y mucho, mucho amor que es el ingrediente principal para la educación de un hijo.

Que tus hijos sientan siempre que los amas más que a nada ni a nadie en el mundo; que son tu prioridad y así, nada te importará más que su integridad. Ya no será de gran trascendencia lo que hayan podido destruir o romper con los accidentes que a veces les suceden o el retraso que puedan provocar en tus importantísimas actividades por su falta de pericia. ¿qué es más importante, romper para siempre la confianza de tus hijos en sí mismos y con ello abrir en ellos alguna de las siete heridas principales de la niñez que marcan para siempre la personalidad de un ser humano, o el mundo entero? Recuerda que, una vez salidas las palabras de nuestra boca, quedan flotando en el aire y en la mente de un niño para siempre. Infancia no es destino, pero las palabras o los silencios ofensivos, denigrantes y crueles de una madre sí.

Obsérvalos siempre y aprende a ver en sus caritas y en sus actitudes lo que pasa por su alma, tus hijos son transparentes; si tan solo los ves, pero no los miras, nunca aprenderás a conocerlos. Verlos como ves todos los objetos existentes a tu alrededor, no es amarlos.

Estudia sus temperamentos desde pequeños, no los vas a cambiar, pero puedes ayudar a moldear su carácter. Dales armas para que sean firmes, generosos, caritativos, analíticos; muéstrales el lado positivo y negativo de cada situación y decisión que se puede tomar ante la vida aún si es solo algo tan simple como querer o no ir a la escuela, prestar o no prestar un juguete, pelear o llegar a un acuerdo con los hermanos o tan complicado como en qué caso matar es de vida o muerte.

Habla con ellos diario, aprovecha los tiempos al levantarlos, al desayunar, aunque esto signifique levantarte más temprano. Si tienes la oportunidad de comer con ellos pregunta, pregúntales mucho, interésate por sus cosas que tal vez para ti sean simplezas, pero para ellos son lo más importante de su vida y lo que va a forjar a un ser fuerte, decidido y confiado en sí mismo y en los demás.

Aunque llegues cansada y agobiada hazles ver que confías en ellos para hacer sus deberes escolares y en el hogar, pero de vez en cuando asegúrate de que es cierto sin ser controladora.

Si tus hijos te tienen confianza y se saben amados, no necesitas estar a un lado siempre, pero sí siempre disponible para ellos; hasta la muerte.

Usa la tecnología para estar en contacto, pero no olvides tocarlos; toca su cara, sus manitas, su cabello, acarícialos con la mirada, con la voz y hasta con tus silencios; que te sepan suya, aunque estés lejos, en el trabajo.

Ámalos con toda tu alma y después, déjalos en libertad; no son tuyos, son tu donación al mundo para hacer de él un mejor lugar donde vivir y para que ellos, a su vez, den al mundo seres hermosos que, a pesar de tener una madre que trabaja, es capaz de dar todo su ser, su intelecto y todo lo que humanamente posee en un don de gratuidad que ninguna actividad empresarial puede superar ni en tamaño, ni en importancia y mucho menos en plenitud.

Tú decides. Todo está en tus manos.

Autor

  • Virginia Irlanda Arellano Beltrán

    Docente de Colegio de Bachilleres de Irapuato. Estudió Diseño Gráfico en la Universidad Latina de México en Celaya y Derecho en el Centro de Estudios Universitarios Allende. Actualmente es Delegada por Guanajuato de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos y miembro de Alianza de Maestros. Ganadora del concurso municipal de ensayo convocado por el IEEG con el tema de paridad de género en los procesos electorales. Creadora del proyecto Onda México, encaminado a la formación integral de los jóvenes el cual se desarrolló y aplico en educación secundaria en la delegación de educación de Salamanca, así como en el DIF del mismo municipio. Tiene una certificación por la SEG como facilitadora del aprendizaje.