¡Comparte con tu red!

E s con gran alegría y emoción que quisiera agradecer y felicitar humildemente a los organizadores de este simposio sobre la cuestión del humanismo o el problema de la ecología del ser humano como gustaba el papa Benedicto XVI abordar esta preocupación tan fuerte de hoy en día por la destrucción de la naturaleza y las calamidades del cambio climático.

Empecemos por una ecología de la persona, antes de proponer destruir al ser humano con la intención de que la naturaleza se restablezca sola, siguiendo este razonamiento equivocado: “Si el hombre destruyó la naturaleza, destruyamos al hombre para que la naturaleza sobreviva.” Evidentemente este razonamiento es una falacia por dos razones principales: la primera es que la naturaleza fue creada para el hombre y no al revés, sin el hombre, la naturaleza no tiene sentido; la segunda es que el deterioro es tal que se necesitan verdaderos actos voluntarios responsables y comprometidos de cada ser humano para proteger, reparar y restaurar el equilibrio natural del planeta.

En la enseñanza social cristiana, con la aceleración de la ciencia y la tecnología, la actividad del hombre cada vez más eficaz, pero que también trae consigo el peligro de la degradación del medio natural del hombre, la ecología se ha convertido en un problema importante en nuestra civilización, nuestra cultura y especialmente para el hombre. Debe ser admitido que muchas de las iniciativas mundiales han sido a través de la creación de asociaciones y programas sobre el problema de la ecología. Basta echar un vistazo para darse cuenta de que son muchos y diversos. Así que tenemos que entrar en diálogo con todos los actores del debate actual, libre de opiniones y juicios cada vez más sospechosos e incluso peligrosos para el espacio ecológico del hombre y la ecología de la persona humana.

Si nos remetimos a las fuentes de los padres de la Iglesia, nos encontramos con san Agustín que dice: “Si Dios está en el lugar principal, todas las cosas están en sus lugares apropiados.” Esta pequeña frase nos desvela en total simplicidad la esencia de las buenas relaciones entre el hombre, su Creador y la naturaleza, que es la esencia del problema de la ecología integral y del humanismo cristiano por el lugar primordial que ocupa el hombre en la creación.

Santo Tomás, fiel a las enseñanzas de la Biblia, muestra claramente las razones de conveniencia para entender que todo fue creado para el ser humano, que el ser humano es para quien la naturaleza existe.

El problema de la ecología concierne a la tríada: Creador, hombre y naturaleza. Para afianzar el descubrimiento de la importancia de la sinceridad y la congruencia en el pensamiento y en el actuar humano, la Modernidad, inspirada por el Renacimiento, absolutizó el “yo”, lo colocó en el centro de la reflexión filosófica y lo hizo su nuevo ídolo.

Los seres humanos, somos cada uno tan maravillosos que esta visión que absolutiza el “yo” es una tentación real, una mega-tentación. No es fácil ni ver, ni arrepentirse de hacer del “yo” un ídolo.

Sin pretensiones, quiero proponerles una lectura de Descartes que, me parece, da una luz nueva sobre la filosofía moderna, la cual surgió de la noción de humanismo en el renacimiento.

En la Cuarta Parte del Discurso del Método, sin duda la más importante, Descartes explica, en primer lugar, cuál debe ser el nuevo punto de partida, claro y distinto, para la filosofía: la certeza indubitable del “yo pienso”. La explica demostrando que, al estar dudando de todo, la única evidencia interior irrefutable que se posee es el hecho de estar pensando. Se sigue entonces que, lo primero, en el orden de la certeza (que es lo más importante para Descartes), es constatar, clara y distintamente el acto de pensar como una evidencia interna indubitable.

Luego, en segundo lugar, partiendo de la afirmación indubitable del “yo pienso”, deduce que su condición de posibilidad es el “yo soy”. Evidentemente, el hombre descubre que existe por su capacidad de pensar. Por lo tanto, el “yo pienso” debe ser el punto de partida de la filosofía. En efecto, solamente la mente es capaz de conocer la existencia del yo, porque el primer acto de la inteligencia filosófica es conocer con certeza su propia existencia como principio fundamental que subyace como condición de posibilidad del pensar. En el orden de la certeza, la cual es reflexiva por ser una congruencia del pensamiento consigo mismo, la primera evidencia interior es que solamente el “yo” es capaz de pensar con certeza su propio existir, precisamente por ser pensante.

Descartes procede, en tercer lugar, a demostrar la existencia de Dios. Explica que la primera idea que tiene la consciencia, después del juicio de existencia del yo, es la idea de la perfección. Su racionamiento es el siguiente: después de haber demostrado que la condición de posibilidad de que el “yo” piense es su existencia, constata que realmente existe, pero de manera imperfecta. Constatar dicha imperfección consecuencia de la posesión de la idea de lo perfecto en el pensamiento, la cual, a su vez, no puede venir más que del Ser perfecto, el cual es Dios. Además, si Dios es perfecto, entonces no le puede faltar el existir, ya que ser es una perfección y la perfección contiene todas las perfecciones para ser perfecta.

En realidad, Descartes, para responder al escepticismo, propone una filosofía que ya no es del ser, sino de la certeza, instaurando así un nuevo orden, propiamente de crítica filosófica, regido por la coherencia del pensamiento consigo mismo para lograr existir como persona. En otras palabras, la filosofía moderna, en la perspectiva de la filosofía realista del ser en cuanto ser, es una disciplina que, tomando sus principios de las diversas ciencias filosóficas, estudia el ser en cuanto sincero. Pero el problema es su pretensión de ser filosofía primera y de buscar destronar a la metafísica. En resumen, parecería que la filosofía moderna es primeramente crítica y centrada en la certeza, pero al pretender ser filosofía primera, produce artísticamente las nociones de ser, de verdad, de bondad por su incapacidad metodológica a atingir la realidad tal cual es y alcanzar únicamente lo más conveniente para el yo.

Entonces, en realidad, vivimos en un mundo impregnado profundamente de un neo-paganismo moderno que, al afirmar el yo, está empezando apenas a darse cuenta que aplasta al tú, al otro, que sea Dios, el prójimo o la naturaleza.

Evidentemente, los comentarios que he hecho hasta ahora ofrecen solamente un punto de vista más a las consideraciones acerca del problema de la filosofía moderna. El análisis puede plantearse desde otras maneras de reflexionar.

Consecuentemente, el orden natural indicado por san Agustín, en la frase que se cita arriba, se ha roto: cuando Dios ya no ocupa el lugar principal, todas las cosas no están ya en sus lugares apropiados. Para muchos, esto suena duro porque no conocen a Dios, pensando que Dios es alienador y malo, y que el orden que propone la Iglesia es manipulador. Pero esto es totalmente falso.

Dios es bueno y es la bondad misma. Colocar a Dios en primer lugar es aprender a colocar la bondad en primer lugar, a relativizar la eficacia y la certeza en favor de la bondad y la verdad, las cuales nos trascienden y a ser verdaderamente libres y libres para amar.

Con la llegada de la ideología del género, también perdimos el respeto por nuestra propia naturaleza. Un día un profesor humanista cristiano se encontró en un programa de televisión delante de un especialista en la ideología del género, y tras una pequeña presentación de la naturaleza humana, lo cortó diciendo que ya no tenemos el derecho de definir lo que es el hombre. El hombre es lo indefinible e ilimitado, ya que el hombre es un ser que se auto-determina absolutamente y no conforme a su propia naturaleza. El hombre se define él mismo por lo que quiere ser. Este ejemplo muestra cuán difícil es hoy encontrar el orden natural de cosas, lo difícil que es mantener un diálogo serio sobre la naturaleza y nuestro lugar en el mundo.

Pero a pesar de todo, desde hace algún tiempo la Iglesia Católica, comprometida en pleno diálogo con todos los hombres de buena voluntad, a través de encíclicas y cartas apostólicas, arroja un poco de luz a los principales problemas de nuestro tiempo: la protección del espacio natural y sobrenatural del hombre desde la doctrina del humanismo cristiano que es un humanismo ecológico integral. Esto se puede ver en documentos de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y el último, la encíclica del Papa Francisco «Laudato si», la cual es una verdadera coronación para esta enseñanza.

No quiero analizar aquí estos documentos, pero me gustaría limitarme hoy a hacerles una pregunta que puede ser muy simple e incluso banal sobre las fuentes del discurso social de la Iglesia. Refiriéndonos a las Cartas de san Pablo Apóstol a los Corintios, podemos decir que la tradición de la enseñanza social cristiana es tan antigua como el cristianismo y las primeras comunidades cristianas, en las cuales empieza ya la doctrina social de la Iglesia, porque la comunidad cristiana es más que una suma aritmética de individuos, es la persona mística de Cristo. En esto radica la distinción entre individuo y persona que Jacques Maritain, a la luz de la doctrina de santo Tomás de Aquino, explicitará para el pensamiento social cristiano de nuestros días. Evidentemente, Jacques Maritain no es el único humanista cristiano contemporáneo, Etienne Gilson lo fue también, así como mucho otros.

Sin embargo, generalmente vemos el punto de partida de perspectiva cristiana de la doctrina social desde una perspectiva mucho más pequeña, mostrando como una piedra fundacional, la gran encíclica social del Papa León XIII publicada en 1891 «Rerum Novarum». Es legítimo ver este documento como una apertura del Magisterio de la Iglesia a los problemas sociales más importantes de la modernidad. Pero eso que antes de escribir el texto de «Rerum Novarum», el Papa León XIII lanzó, con vigor, una investigación sobre las bases intelectuales y espirituales del discurso social de la Iglesia. Se puede resumir la tarea emprendida por el Papa como la respuesta a la siguiente pregunta: ¿A quién recurrir para poder tratar bien las cuestiones sociales conforme a un humanismo que busque hacerle el bien al hombre?

En el curso de esta investigación, en 1879, publicó su encíclica «Aeterni Patris». El documento pontificio de León XIII suele considerarse un recurso sencillo, bien inscrito en el contexto intelectual de finales del siglo XIX, que da aliento a los intelectuales católicos y profesores en seminarios para un serio redescubrimiento de las enseñanzas de santo Tomás de Aquino. Pero no debemos olvidar que la encíclica «Aeterni Patris» es sobre todo un documento pastoral.

La principal preocupación del Santo Padre fueron las cuestiones morales de la sociedad. Justo al principio de su documento, León XIII señala que la cultura moderna a finales del siglo XIX ha perdido la consciencia recta para discernir sobre cuestiones morales importantes, debido al rápido desarrollo de la ciencia y la tecnología y, esto, tanto a nivel individual como social. Seguro que diría lo mismo, pero con mayor preocupación, a inicios del siglo XXI. La cultura occidental, cristiana en sus orígenes, pero envenenada por corrientes filosóficas basadas en los errores del ateísmo contemporáneo, tiene la urgencia de redescubrir los principios filosóficos del catolicismo, los cuales son claramente humanistas, en el sentido pleno de la palabra. Para esto, León XIII mostró su admiración por santo Tomás de Aquino, porque fue él quien logró comunicar la riqueza del pensamiento patrístico en una valiosa síntesis de sabiduría cristiana desde la antigüedad hasta el siglo XIII.

¿Por qué el humanismo cristiano de santo Tomás? No quiero presentar aquí toda la filosofía del Aquinate que es muy amplia y compleja, pero sólo me gustaría citar algunos rasgos característicos de su pensamiento, indicados por el Papa León XIII en su encíclica «Aeterni Patris» en el contexto de una búsqueda de las bases intelectuales capaces de emprender los desafíos para la modernidad:

  • Primero, el pensamiento de santo Tomás, como lo acabamos de mencionar, está bien establecido en la tradición y la sabiduría cristianas, fundadas en la Revelación divina.
  • Segundo, es una filosofía abierta a dialogar con todas las corrientes de la filosofía.
  • Tercero, es una postura que articula excelentemente la razón y la fe, en una cooperación amistosa mutua, conservando así los derechos propios de cada una.
  • Cuarto, la sabiduría de santo Tomás, que representa la sabiduría cristiana, es capaz de colocar un orden en el que la fe y la ciencia tienen su dignidad y su lugar propios.
  • Pero, lo que es más importante para nuestro coloquio, es que el humanismo cristiano de santo Tomás, recomendado por el Papa León XIII parte de una filosofía realista del ser en cuanto ser. Esto significa que es un pensamiento basado en la experiencia de la realidad, cuyo objeto es la realidad existente. En otras palabras, es una filosofía de lo real, abierta a la verdad y a la bondad, que nutre al ser humano en sus aspiraciones por conocer la verdad y actuar bien, previniendo así la intromisión del “yo” que puede dar origen a derivas idolátricas, sectarias o fanáticas y relativizando los idealismos particulares con pretensión universal y las ideologías que muchas veces son sinceras, pero no son verdaderas por no adecuarse al conocimiento de las cosas tal y como son. Asimismo, es una filosofía que respeta a la persona humana y su naturaleza y también el universo, tal y como son, lo que nos lleva al primado de la contemplación y de la escucha de la realidad, una contemplación de la naturaleza con la admiración y el respeto que le convengan. Y es en esto que el pensamiento de santo Tomás contribuye lo más: en el espíritu que lo habita. La filosofía humanista en la que sale a relucir el misterio del hombre como consciente de su origen y destino escatológico, que es capaz de conocer y comprender la realidad en la que se descubre en relación con otras personas y con el Creador, relación que cobra una fuerza insospechada al descubrir que, en su vida, por la fuerza de una virtud teologal, la fe, es capaz de participar realmente en los misterios de la vida eterna.

Comprender las cosas tal y como son, significa, según el padre Marie-Dominique Philippe, filósofo dominico y fundador de los Hermanos de San Juan, descubrir las causas de todo lo que es en realidad. Para él, el enfoque realista llega siempre hasta el final, es decir, hasta el descubrimiento de la Causa Primera, del Creador de todo lo que es.

A su vez, la Revelación Divina es una escuela de realismo. Por ejemplo, conocer a través de ella que todo ha sido creado por Dios de la nada es comprender la realidad. El primer descubrimiento del hombre realista que contempla la naturaleza es que es real, objetiva e independiente de nosotros. Luego, que es un don del Creador, sin ningún mérito de nuestra parte. Sabemos que el don nos obliga a respetarlo con responsabilidad, porque en el don está inscrito el amor de quien nos lo ofreció. Si recibo algo de mi amigo, será capaz de romperlo, destruirlo o venderlo a precio, pero recibirlo como un signo de amistad implica hacer buen uso del regalo. Y el mejor uso del regalo gratuito es compartirlo.

Toda la naturaleza, toda la Creación es un don para cada uno de nosotros. Es cierto que el don debe servir especialmente a aquel que lo recibe. Dios nos invita a cultivar la tierra, a desarrollar nuestro saber hacer, para construir herramientas y máquinas que mejoren nuestra calidad de vida y cooperen con la creación de un mundo bueno. Pero a través de su amor espera de nosotros solidaridad y justicia entre nosotros.

El humanismo cristiano de santo Tomás es un humanismo integral, en el que el hombre está considerado en su totalidad, consciente de su relación con su Creador, aplicándose en desarrollarse a nivel de la vida biológica, intelectual y espiritual; el hombre que, por su cuerpo, pertenece a la naturaleza de los seres materiales y es llamado por su vocación a participar de la vida eterna; el hombre creado a imagen de Dios y a quien le pertenece el valor de la dignidad. Más aún, el humanismo cristiano de santo Tomás está orientado a la bienaventuranza, a la visión beatífica, a lo que es bueno para cada persona humana, denunciando así los falsos humanismos seductores que, orientados a la justificación del egoísmo del capricho, del vicio o de la adicción, al fanatismo religioso, a la sinceridad de la mentira, al transhumanismo autodestructivo y a la idolatría de sí mismo, denigran el amor, la verdad y la vida.

El humanismo de santo Tomás se centra en algunas nociones filosóficas importantes para explicitar y conocer el desarrollo del ser humano y sus causas, entre las cuales destacan las siguientes: la persona como un ser subsistente en comunión, la dignidad como imagen participada del Creador, la fe como acceso a Dios, la gracia como Dios que se da para santificar al hombre, la esperanza como el motor de la vida teologal, la vocación como la invitación a cooperar personalmente con Dios y el destino escatológico como la entrada del ser humano en la eternidad. La grandeza del humanismo integral de santo Tomás radica en el hecho de que la explicación de estas nociones nos permite descubrir la riqueza de la persona humana que es un misterio para ella misma y que se desvela en la Revelación Divina.

En cuanto a la primera noción, la de persona, deseo presentarles la definición que el doctor común de la Iglesia utiliza cuando trata de la Trinidad en la Suma Teológica, que toma de Boecio y que la vincula con la categoría aristotélica de sustancia, pero que, además, complementa con un realismo profundamente teológico, con una visión metafísica propia de la comunión existencial al aplicar la categoría accidental de la relación, que también toma de Aristóteles.

En la cuestión 29 de la Prima Pars, Santo Tomás defiende y profundiza la definición de Boecio de persona. Deseo leer algunos trechos de esta cuestión con ustedes y comentarlos:

Artículo 1: Definición de persona

(…) La definición de persona que da Boecio en el libro De Duabus Naturis es la siguiente: Persona es la sustancia individual de naturaleza racional.

(…) Las sustancias individuales tienen un nombre especial que no tienen otras: hipóstasis o sustancias primeras. Pero el individuo existe de un modo mucho más perfecto en las sustancias racionales porque domina sus actos, siendo no sólo movido, como los demás, sino que también obra por sí mismo. Las acciones están en los singulares. Es así como, de entre todas las sustancias, los singulares de naturaleza racional tienen un nombre especial. Este nombre es persona. Por eso, en la definición de persona de Boecio, se dice que la persona es una sustancia individual por significar lo singular en el género de la sustancia. Y se le añade naturaleza racional por significar lo singular en las sustancias racionales.

(…) Aun cuando este o aquel singular no pueda ser definido, sin embargo, sí puede definirse lo que pertenece al concepto general de singularidades. De hecho, el Filósofo define la sustancia primera. Y lo mismo hace Boecio con persona.

(…) Así, el nombre individuo entra en la definición de persona para indicar el modo de subsistir propio de las sustancias particulares.

Artículo 3: El nombre persona, ¿se puede o no se puede dar a lo divino?

(…) Persona significa lo que es más perfecto en toda la naturaleza, es decir, el subsistente en naturaleza racional. Por eso, como a Dios hay que atribuirle todo lo que pertenece a la perfección por el hecho de que su esencia contiene en sí misma toda perfección, es conveniente que a Dios se le dé el nombre de persona. Sin embargo, no en el mismo sentido con que se da a las creaturas, sino de un modo más sublime; así como los otros nombres que damos a Dios, como dijimos anteriormente al tratar sobre los nombres de Dios (q.13 a.3).

(…) Por otra parte, Aun cuando el nombre persona no se encuentre en la Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento aplicado a Dios, sin embargo, su significado sí se encuentra muchas veces y aplicado a Dios. Es decir, Él es el Ser en grado sumo y absolutamente inteligente. Si se requiriera que se hablase de Dios sólo con aquellas mismas palabras con que se nos habló de Dios en la Sagrada Escritura, se seguiría que nunca se podría hablar de Dios con una lengua distinta a la usada en la Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento. Encontrar nuevas palabras que expresen la antigua fe sobre Dios empezó a ser necesario para poder discutir con los herejes. Y esta novedad de palabras no hay por qué evitarla, pues no es profana, ya que no discrepa del sentido de la Escritura.

(…) Además, la palabra hipóstasis en su sentido original no le corresponde a Dios, en el sentido de que Él no sustenta accidentes; sin embargo, sí le corresponde en cuanto que indica una realidad subsistente.

(…) También, Dios puede ser llamado naturaleza racional en cuanto que no implica proceso discursivo, sino naturaleza intelectual. Individuo, en cambio, no puede corresponderle a Dios en cuanto referido a la materia como principio de individuación, sino sólo en cuanto que implica incomunicabilidad. Sustancia, por otra parte, le corresponde a Dios en cuanto que significa existir por sí mismo. Algunos dicen que la definición de Boecio, que hemos citado anteriormente, no es una definición de persona en el sentido en el que lo atribuimos a Dios. Por lo cual, Ricardo de San Víctor, queriendo corregir dicha definición, dijo que persona, aplicado a Dios, es la existencia incomunicable de la naturaleza divina.

Artículo 4: El nombre persona, ¿significa o no significa relación?

Dice Boecio en el libro De Trinitate que todo nombre referente a las personas indica relación. Pero ningún nombre está más referido a las personas que el de persona. Luego, digo, el nombre persona significa relación.

Persona significa, al mismo tiempo, esencia y relación; directamente significa relación, e indirectamente esencia. Porque, en la definición de persona, la esencia y la naturaleza entran indirectamente.

Como ya se dijo (a.1), en general persona indica la sustancia individual de naturaleza racional. Individuo es lo indistinto en sí mismo, pero distinto de los demás. Por lo tanto, en cualquier naturaleza, persona significa lo que es distinto y singular en aquella naturaleza, como en la naturaleza humana indica esta carne, estos huesos, este cuerpo y esta alma, que son los principios que individualizan al hombre. Estos principios, aun cuando no significan persona (porque la persona es el individuo todo), sin embargo, sí entran en el significado de persona humana.

Por otra parte, como ya dijimos (q.28 a.3), la distinción de las personas divinas no tiene otro fundamento que las relaciones de origen, las cuales son relaciones ad y no in. Y la relación no es como la del accidente inherente al sujeto, sino que es la misma esencia divina. Por lo tanto, así como la deidad es Dios, la paternidad divina es Dios Padre, que es persona divina. Así, pues, Persona divina significa relación subsistente. Y esto es lo mismo que decir relación sustancial, que no es más que la hipóstasis subsistente en la naturaleza divina; aun cuando lo subsistente en la naturaleza divina no es distinto de la misma naturaleza divina.

Según todo esto, es cierto que persona significa directamente relación e indirectamente esencia; sin embargo, no significa relación en cuanto tal, sino en cuanto es un ad, una relación sustancial o hipostática. Por eso, igualmente, también significa directamente esencia, la cual es lo mismo que la hipóstasis. Y la hipóstasis se distingue por la relación.

(…) Así, la sustancia individual, distinta e incomunicable, en Dios tiene que ser entendida como relación.

 

Entender a Dios como el ser subsistente por sí mismo y en comunión sustancial entre las tres personas divinas, implica una luz nueva para entender al hombre ya no solo como individuo, sino como persona en comunión, porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.

En su libro Humanismo Integral, Jacques Maritain nos muestra cómo el humanismo verdadero y conforme a la realidad, no es un antropocentrismo en el que el hombre reclama reemplazar a Dios como creador libre de todo, que no acepta el respeto a la ley natural, ni para su propia naturaleza, como en la ideología del género.

La traición al amor divino no conduce al paraíso proclamado por del humanismo antropocéntrico, sino a la cultura de la destrucción de cualquier cosa y, luego, a la cultura de la autodestrucción. La razón ignorante del orden de la naturaleza, ordenado por su Creador, los riesgos de auto-engañarnos y adentrarnos por los senderos de la nada. Entonces Jacques Maritain señala, sin ninguna ambigüedad, que el humanismo integral no tiene alternativa. O vamos a construir la cultura a la medida del hombre en su totalidad, o vamos a construir una especie de contracultura, una cultura de la muerte.

En conclusión, se puede decir que el humanismo cristiano de santo Tomás es una explicitación del misterio de la generación constante de cultura cristiana y del reino de Dios que nos invita libremente y deliberadamente a ponernos en acción según nuestra capacidad, nuestra vocación y nuestra gracia, para ser, en comunión con los demás, una verdadera fuente de esperanza.

Si lo hacemos, Dios nos bendecirá por añadidura.

 

(Conferencia magistral dada en Puebla, México, 9 de septiembre de 2017 en la Universidad Popular Autónoma de Puebla, UPAEP)

Autor