COVID19: punto de quiebre

A principios de 2020 la OCDE reportó a nivel mundial una tasa de empleo de 68.9%, la más alta desde la crisis financiera y económica del 2008. Lo que tardó más de una década en lograrse se ha desmoronado en cuestión de meses luego de que la pandemia del COVID-19 golpeó y nos ha sumergido en una crisis económica no vista desde la Gran Depresión de la década de 1930.
Los países de todo el mundo han tomado medidas importantes para hacer frente a la crisis de salud pública, buscando «aplanar la curva» del virus y así contener la abrumadora presión sobre las unidades de cuidado intensivo en hospitales con dramáticas consecuencias en sus economías y su mercado laboral. El cierre generalizado de toda actividad no esencial para mitigar el contagio ha generado una fuerte contracción económica sin precedente histórico.
El estudio “Perspectivas de empleo de la OCDE 2020” destaca que aun cuando el virus no tiene fronteras y se propaga a todos los grupos socioeconómicos, se evidencia una mayor vulnerabilidad en los grupos de menores ingresos.
Los grupos de mayores ingresos lograron pasar a esquemas de teletrabajo reduciendo sus riesgos de contagio y conservando sus empleos o fuentes de ingresos. Por el contrario, los grupos socioeconómicos de bajos ingresos y que se desempeñaban en empresas de sectores no esenciales, se vieron sometidos a pérdidas del empleo y a reducciones sin precedentes en nuevas contrataciones.
Trabajadores independientes y aquellos con contratos temporales o a tiempo parcial han estado particularmente expuestos a este fenómeno. Este fenómeno se puede extrapolar a países ricos y pobres.
La respuesta de los gobiernos ante esta crisis socioeconómica se ha centrado en aprobar nuevos niveles de endeudamiento fiscal para dar apoyo a los trabajadores que no pueden laborar. Estos apoyos se están aplicando directamente o a través de las empresas mediante planes de retención de empleo. La velocidad con que se han venido dando los acontecimientos, y la burocracia y corrupción de los gobiernos para canalizar esas ayudas, están representando verdaderos retos y desgastes que revierten muy desfavorablemente en la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y en el liderazgo político de sus dirigentes. En este sentido se presenta una erosión del tejido social, empresarial e institucional que sin duda son factores fundamentales para una sana construcción del bien común.
El reto que enfrentan los gobiernos en este momento es el de brindar apoyo a los sectores fuertemente afectados por la pandemia y así proteger el empleo y bienestar de sus trabajadores y familias; y al mismo tiempo no asumir roles insostenibles de asistencialismo, permitiendo rápidamente que los mecanismos del mercado vuelvan a funcionar. Un crecimiento desmedido de la estructura del estado y sus niveles de deuda pública, generado por hacer frente a esta crisis, representan otro factor de erosión en la construcción del bien común. El estado debe estar centrado en administrar justicia y seguridad para sus ciudadanos permitiendo la iniciativa, innovación y emprendimiento, y manteniendo un tamaño moderado.
Finalmente, la pandemia del coronavirus ha generado entre los individuos una oleada de interacciones sin contacto y está acelerando el remplazo de trabajadores humanos por computadoras y otro tipo de tecnologías.
La aceptación del público; el menor riesgo asociado a los contagios; su mayor productividad y su correspondiente balance positivo de costo/beneficio hacen que cada vez sean más atractivas estas tecnologías. Según Kai-Fu Lee en su libro A.I. Superpowers calcula que “para 2033 la inteligencia artificial y la automatización serán capaces de realizar entre el 40 y el 50 por ciento de nuestros trabajos”. Por lo tanto, esta situación impone retos adicionales al mantenimiento y la generación de empleo.
Evidentemente la pandemia ha desatado una crisis económica y social, y una acelerada incorporación de tecnologías de inteligencia artificial, que generan un desplazamiento laboral sin precedentes.
Es así como se requiere de una estrategia de gran envergadura, donde gobierno, empresarios, gremios, universidades y la sociedad civil participen con sentido patrio en la reconstrucción del bien común.
Se debe formar un colosal esfuerzo por la dinamización, conversión, capacitación y generación de empleos. Esta crisis se convertirá en la mayor oportunidad para la generación de un verdadero y sostenible bien común, sí y solo sí, logramos en el mediano plazo generar trabajo productivo, social y ambientalmente responsable… ¿con qué liderazgo(s) contamos para ello?