Cinco claves para una “nueva normalidad”

Aventurémonos a preguntarnos si la pandemia del Covid-19, la crisis económica y los cambios políticos que se prevén para 2021 son circunstancias suficientes para que el yuan desbanque al dólar americano, y que China desplace a Estados Unidos del liderazgo mundial, para conformar así el escenario de una “nueva normalidad”.
Es absolutamente evidente que el dólar americano es la moneda dominante a nivel mundial; es en la que los bancos centrales tienen sus mayores reservas; es la que facilita los intercambios comerciales entre las naciones; y es la moneda a la cual están indexadas las deudas nacionales.
A pesar de esta evidente hegemonía se está generando el ambiente para un cambio en la moneda dominante y progresivamente se evidencia la entrada de nuevas alternativas, pudiendo ser China el nuevo gran jugador.
China, sin lugar a dudas, es la segunda economía mundial pero su moneda aún no tiene la aceptación que permita su compra o venta fácilmente; y a su vez mantiene restricciones gubernamentales para mantener su tipo de cambio. Sin embargo, y como resultado de la tensión que existe entre las dos primeras economías, donde Estados Unidos utiliza el sistema financiero como herramienta sancionatoria, China está determinada a fortalecer su propio sistema financiero y su mercado de capitales para no depender de recursos internacionales.
Para los que crecimos en la hegemonía del dólar americano y nos cuesta imaginar un cambio, no nos toca ir muy lejos en la historia para constatar la caída de la libra esterlina y el surgimiento del dólar americano. Fue una transición lenta, pero se dieron sucesos como las dos guerras mundiales y la gripe de 1918, de gran impacto socioeconómico y político.
Ahora bien, sin ser exhaustivo, hay cinco sucesos de gran magnitud con consecuencias aún inciertas que podrían generar ese cambio en la posición del liderazgo mundial, aún así, solo la historia dimensionará su verdadero impacto.
Paso a describirlos brevemente:
Uno. El gobierno del presidente Joe Biden estará centrado en la gobernabilidad interna.
Cuanto más polarizado se vuelve Estados Unidos, es menos probable que su gobierno logre los compromisos necesarios para resolver los problemas fundamentales que enfrenta: decrecimiento económico y caída del empleo; déficit en el sistema de salud y en el manejo de la pandemia; revisión y ajuste del erosionado sistema electoral; y déficit fiscal y aumento del endeudamiento como respuesta a la crisis del Covid-19.
Estos problemas internos aunados con la duda en cuanto a la legitimidad de su actual gobierno, harán que la mirada e intervención en el resto del mundo sean muy limitados. A parte de firmar nuevamente los tratados y vincularse a los organismos internacionales de los que se salió la administración de Trump, la superpotencia y su liderazgo mundial para estos tiempos de crisis pasarán de agache.
Dos. El Covid favorece la agenda política de China. Los países tendrán dificultades para cumplir con los plazos de vacunación y la pandemia dejará un legado de alta deuda pública, desempleo y pérdida de confianza en la institucionalidad. Una crisis financiera generalizada es factible, abriendo oportunidad a futuros gobiernos populistas y autocráticos.
Tres. Este año habrá elecciones presidenciales en Alemania, Noruega, Marruecos, Sudán, Etiopía, Kenia, Zambia, Chile, Perú, Ecuador, Nicaragua y Honduras. China intentará aumentar su influencia proporcionando vacunas a otros países y solventando necesidades financieras. Habiendo contenido en gran medida la pandemia dentro de las fronteras del país, el poderoso aparato estatal de China podrá exportar vacunas más fácilmente que Estados Unidos y asumir un rol más activo en la política internacional.
Cuatro. La inteligencia artificial y robótica serán los nuevos campos de batalla en la guerra tecnológica. China viene reduciendo su dependencia de la tecnología estadounidense y se resiste a abrir sus mercados a empresas estadounidenses en áreas como la computación en nube y las redes sociales. Estados Unidos prohíbe decenas de apps chinas, entre las cuales las más populares son TikTok y WeChat, y está preocupado por quién accede a los datos de los ciudadanos.
Además quiere editar y controlar la divulgación de noticias, lo cual impacta desfavorablemente en sus pilares constitucionales de la libre expresión y libertad de competencia. El dilema ético de Estados Unidos de cómo se usan los datos personales de sus ciudadanos para mejorar sus algoritmos de inteligencia artificial e influir en la opinión pública, no representa un obstáculo para el avance de China.
El potencial de cambio que estas tecnologías plantean en nuestra forma de vivir y trabajar es tan grande que sus usos actuales no representan más que la punta del iceberg. Adicionalmente China tiene una población de un mil 400 millones de personas generando una ventaja competitiva insospechada.
El coloso de oriente ha desarrollado una tecnología móvil que ya impacta toda la cotidianidad de sus habitantes y está ad portas del nuevo salto tecnológico de las 5G. La ventaja ya es bastante significativa.
El pragmatismo, el desarrollo de infraestructuras, el emprendimiento e innovación, el desarrollo del capital humano y la considerable financiación del capital riesgo que maneja China, conjuntamente con los incentivos gubernamentales para el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), desequilibran rápidamente esta guerra tecnológica.
Por tanto, si la adopción generalizada de estas tecnologías continúa exponencialmente y las corporaciones chinas mantienen su crecimiento de mercado, China será rápidamente la primera potencia económica del mundo.
Los precios bajos del petróleo y el desgaste político de los EU en el Medio Oriente pasarán su factura. El colapso de la demanda mundial de energía dejó a los gobiernos del esa región con menos efectivo para responder a las necesidades desatadas por la pandemia y su impacto económico. Los precios del petróleo se mantendrán bajos, las protestas se intensificarán y la gobernabilidad se dificultará aún más. En un ambiente político así es fácil culpar al archienemigo y aliarse con el siguiente superpoder.
Cinco. La culminación del periodo de Merkel en el gobierno alemán marca una angustiosa situación para los aliados europeos. Su gestión ha sido decisiva en mantener la Unión Europea. La ausencia de esta líder es sin duda el mayor riesgo que enfrentan Europa y los Estados Unidos en su esfuerzo por mantener su hegemonía.
Económicamente, Europa enfrenta la desaceleración más severa desde la Segunda Guerra Mundial debido a las restricciones de movilidad y al fuerte impacto en salud pública que trajo consigo la pandemia. No se esperan en 2021 estímulos significativamente relevantes de los miembros de la UE para su recuperación. La UE no cuenta con el espacio fiscal suficiente para un gasto mayor. En el mejor de los casos un gasto adicional solo se vería al final del año.
El riesgo de un nuevo populismo es latente en Europa. “La fatiga de la restricción y las frustraciones con el lanzamiento de la vacuna crean un terreno fértil para que el populismo vuelva a ganar tracción. Los pasos en falso de los partidos en el poder crearán oportunidades para los populistas en Italia y en los Países Bajos este año, y en Francia antes de las elecciones del próximo año”(2).
Se han esbozado someramente cinco riesgos a los que se enfrenta EEUU y de alguna manera el mundo occidental. La oportunidad de un liderazgo y trabajo mancomunado para salir de la crisis generada por el Covid-19 no se ve clara.
Apartándose del debate político como tal, vale la pena resaltar que Occidente surgió de su capacidad de sintetizar y construir sus instituciones en función de la dignidad humana; de una estructuración del Estado de forma tal que el poder público quedó limitado y dividido equilibradamente entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, donde el ejercicio de los derechos y deberes del ciudadano le permiten a éste realizarse y contribuir al bien común.
El modelo político chino, a pesar de su éxito económico y la mejora de las condiciones sociales de su pueblo, no parte del derecho inalienable del ser humano y de la pretensión del balance de poderes.
Es así como en la coyuntura actual un posible cambio en el liderazgo mundial no es sólo un cambio en la moneda hegemónica sino que conlleva cambios estructurales muy profundos… una nueva normalidad…