¡Comparte con tu red!

Tirar un humano a la basura

por | Derechos Humanos

Ha sido ampliamente denunciada y probada en el mundo la comercialización de los restos de humanos no nacidos y de los abortados, a la que ha correspondido un silencio mediático cómplice, alineado o temeroso respecto a quienes lucran con la falsedad de que se trata sólo de tejidos celulares y no de personas humanas.

En la Provincia Argentina de Santa Fe, un Hospital mantenía en depósito los cuerpos de 242 no natos, esperando una resolución judicial a una demanda presentada por ciudadanos que exigían el respeto a los cadáveres y que no fueran considerados tejidos orgánicos que debían ser tirados a la basura junto con otros restos y materiales resultantes de las actividades propias y legales de un centro de salud.

La persona humana existe desde el momento de su concepción, en cuanto en el seno materno hay una vida diferenciada de la de sus progenitores y solo espera un tiempo para nacer. Numerosas legislaciones modernas protegen este derecho humano fundamental que Implica un derecho irrestricto, sin importar raza, edad, características físicas o condición social.

A la persona que está desarrollándose en el vientre materno se le llama “nasciturus”: el que está por nacer. Y como tal también tiene los derechos por ser persona humana.

La sentencia judicial que comentamos recuerda que dentro de los derechos post-mortem de la persona se encuentran entre otros 1. el cumplimiento de la voluntad de destino de las propiedades, 2. el tratamiento decoroso del cadáver y los restos, 3. el respeto a la honra y 4. el reconocimiento a la personalidad jurídica.

También recuerda que un derecho humano universal es el de la libertad religiosa, que consiste en la libertad para tener, profesar y practicar, cambiar, solo o asociado la religión que mejor le parezca, o que no tenga ninguna; y aquí aparece el deber correlativo de la autoridad para respetarlo y garantizarlo.

En el caso que nos ocupa, el tratamiento de los no nacidos de los grandes grupos religiosos: católicos, cristianos, judíos, musulmanes, hindúes, chinos y prácticamente todos los pueblos, es culturalmente de suma importancia. ¿O por qué existe la heroica tozudez de madres y familias de recuperar los cuerpos de sus muertos?

Ordena pues la Justicia Argentina medidas concretas: Que los progenitores, o en su defecto la madre, decida cómo debe disponerse del mortinato, de sus exequias, inhumación y tratamiento de sus restos, si entregados para sepultura, donados para investigación o dispuestos de otra manera legal, el padre puede acompañar o no el proceso, pero se garantiza el derecho de la mujer. En consecuencia, ordena que se expidan certificados de defunción de los no nacidos “NN”, para posible identificación y fines estadísticos.

También el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha resuelto asuntos similares en un sentido favorable al reconocimiento del derecho de los padres o familiares a disponer de los restos humanos para su enterramiento como contenido del derecho al respeto de la vida privada y familiar (art. 8 CEDH)

Este caso tiene múltiples implicaciones jurídicas, morales y éticas en la medida en que reconoce un cadáver humano como algo diferenciado de un resto quirúrgico, remitiendo también nuevamente al debate sobre la normalización del aborto, que una buena parte de la llamada modernidad se niega a afrontar de frente.

¿Cuántos abortos ocurren por machismo, o sea por las implicaciones económicas que esgrime quien engendra y deja a la mujer con la carga de sus acciones?

¿Por qué se queja la modernidad ilustrada de la inmigración que tanto detesta pero que tanto necesita? ¿Nadie fue capaz de ver que la conveniencia del corto plazo arruinaba la del futuro? ¿La herencia de la revolución sexual y del 68 fue la de la entrega de sus naciones a otros pueblos?

Se ha dicho que la naturaleza es la única que nunca perdona, y los enormes problemas demográficos causados por la modernidad del aborto, tanto en China como en Japón, en Rusia como en Europa, llaman a la puerta. Para hacer guerras se necesitan muchos soldados, pregúntenle a Vladimir Putin.

Este caso también recuerda el negacionismo de las secuencias psicológicas y fisiológicas que deja el aborto en la mujer. Un extraordinario proyecto católico llamado “Raquel” acompaña en su proceso de duelo a las mujeres que han abortado, uno de los momentos culminantes es ponerle nombre al hijo que se mató, el reconocimiento de la culpa es el paso que abre el perdón a la misericordia de Dios para los padres o la madre. El no nato abortado tiene ya su lugar en el coro de la corte celestial del Señor.

Suscríbete a Revista Forja en WhatsApp

Suscríbete grátis a Revista Forja

Suscr■bete al grupo de Revista Forja en WhatsApp y recibe cada mes la revista en PDF y art■culos como este cada semana.

Autor