Nos faltan las mujeres desaparecidas

Ha ingresado a mi clase una chica nueva, se presenta, nos platica un poco sobre sus pasatiempos y procedemos al abordaje del tema del día. Todo parece normal, sin embargo, me llama la atención que en su cuaderno en cada hoja escribe “TE SEGUIMOS BUSCANDO”.
Resulta que una de sus hermanas forma parte de la estadística de personas desaparecidas. Al finalizar la clase ella me comparte con mucho dolor como es que un domingo mientras llegaba a una reunión familiar varios hombres se la llevaron, en presencia de sus hijos y su esposo, han pasado cuatro años y nada se sabe de ella. Las autoridades han cambiado en varias ocasiones la teoría. Una de ellas apuntaba a que algunos familiares estaban relacionados con el crimen organizado, otra más que fue confusión, una tercera que la han visto en la frontera norte. A todos los menores cercanos los han tenido que mover de casa, de escuela y con ello cambiar sus hábitos, sus rutinas, sus amistades: han trastocado su mundo.
Nada es claro, lo único que se puede percibir es una familia rota. Falta el pilar de la casa, como mi pequeña alumna lo describe. Ella era la que organizaba las reuniones familiares, la que estaba pendiente de los abuelos y llevaba a toda “la bola”, como ella decía, a la escuela.
Todo esto me ha llevado a reflexionar sobre el drama y la crisis por las personas desaparecidas que estamos viviendo en México.
De fondo hay muchas y graves implicaciones de injusticia y dolor, que involucra a las autoridades -carentes de sentido de responsabilidad- cuyo discurso, orientado al bien común, en la práctica se diluye por intereses personales y de grupo. La corrupción sigue siendo un factor importante.
La realidad es que todos los días siguen desapareciendo personas. Hasta el día 3 de febrero de 2023, de acuerdo con la página del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas, son 271,573 víctimas, de las cuales 112,222 son mujeres, representando el 41.29% eso sin contar a todas aquellas que no son reportadas.
El rango de edad de los casos de mujeres desaparecidas oscila entre los 15 y los 19 años, muchas de ellas víctimas de violencia y trata de personas, cuyos delitos tienen implicaciones graves y no deben ser minimizados. Por el contrario, resulta urgente que se visibilicen y se atiendan en calidad de urgente.
Ahora bien, este es solo el número de víctimas directas, pero si se analiza en lo particular encontraremos de manera exponencial el número de víctimas indirectas, hijos, padres, hermanos, amigos cuyas vidas se han quebrantado.
“TE SEGUIMOS BUSCANDO” “NOS FALTAN ELLAS” son las consignas que se pueden escuchar en las voces de los colectivos (muchos de ellos cooptados por grupos que han utilizado el dolor de quienes enfrenta este duelo, para posicionar su ideología y sus intereses) que siguen reclamando y buscando a sus desaparecidos.
El papel de la mujer ha sido fundamental en la localización de fosas clandestinas, cuyos hallazgos parecen narraciones de cuento de terror, pues del 2006 al 2021 se tenía un registro de más de 4 mil fosas localizadas, según la comisionada Nacional de Búsqueda de Personas, Karla Quintana.
Igualmente se les ve en los Consejos Ciudadanos (soy integrante de uno y puedo ver de cerca el drama que están viviendo las familias), estudiando la ley para la búsqueda de personas desaparecidas, exigiendo a las fiscalías, revisando las carpetas de investigación, salir a campo y en la búsqueda de personas vivas en anexos y centros penitenciarios; haciendo redes; buscando espacios de difusión; enfrentándose no solo al shock del duelo, sino a la falta de empatía de la autoridad rebasada por la situación, a los grupos criminales que se han apoderado de las comunidades, y al desgaste humano propio de las relaciones interpersonales.
Muchas de ellas tienen que hacer una doble o triple labor: atendiendo su hogar, sus trabajos formales y la tarea tan exigente de salir a la búsqueda de sus familiares desaparecidos, con el anhelo de verlos volver a sus familiares; invirtiendo tiempo, recursos económicos, materiales y energía ya que, si no toman la iniciativa, la autoridad no dará respuesta.
En este contexto es de suma importancia el óptimo funcionamiento de los organismos de atención a víctimas.
Ahora bien, la pregunta sigue en el aire ¿Dónde están? ¿Qué está pasando? Las respuestas pueden ser muchas y muy variadas, pero lo que resulta evidente es la urgencia para atender esta grave violación a los derechos humanos. El reto para las autoridades y la sociedad es grande y urgente: analizar las causas y atacarlas de raíz; establecer protocolos y leyes que puedan prevenir y proteger a la población; dotar de las herramientas y mecanismos que permitan la búsqueda inmediata de las personas.
En primera instancia, tener capacidad de respuesta para la búsqueda en vida; garantizar un entorno de paz en donde podamos sentirnos libres y seguros, en donde mis chicas de clase y todas las personas puedan salir sin miedo.
Otro reto importante es el tema de la prevención, donde no faltan aristas. El reto es lograr el trabajo conjunto gobierno-sociedad.
En la puerta de las campañas electorales del 2024, la violencia contra la mujer, ligada a la desaparición de muchas, debe ser agenda obligatoria en aquellos que pretenden acceder a cargos públicos.
Hagamos un llamado contundente para que ninguna victima se olvide, para que las familias puedan volver a tener paz, para que las mujeres tengan oportunidades, y que seamos libres de violencia en cualquiera de sus expresiones. Hagamos también un reconocimiento al papel de la mujer como eje de la familia y de la educación.
Quiero ser una buena ciudadana, por mi patria, por mi familia, por mis alumnas, por esta chica en particular. La abrazo y me sumo a su lucha desde la posición en la que me encuentro. Que pronto llegue el consuelo y la justicia a las miles de mujeres y hombres que sufren violencia. Que pronto mi alumna deje de rotular cada hoja de su cuaderno como señal manifiesta de que ha encontrado respuestas, o mejor aún, de que ha encontrado a su hermana.