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Recientemente tuvimos en el sur de la CDMX un fuerte movimiento sísmico. Se detectó a un kilómetro de profundidad con epicentro en la alcaldía Magdalena Contreras y el Servicio Sismológico Nacional (SSN) lo catalogó como categoría 3 en la escala de Richter.

Junto a otros que se han percibido últimamente, el gobierno de la CDMX los ha llamado incorrectamente microsismos. Realmente los microsismos son imperceptibles y ocurren miles al día alrededor del mundo. Arriba del valor de 2, se les considera “sismo menor”, pero ya son perceptibles y pueden ocasionar daños.

Realmente el SSN no ha explicado la causa de estos movimientos súbitos pero muy intensos. A los pocos días de este fenómeno, el gobierno de la CDMX convocó a una rueda de prensa con el director del SSN, la titular de la Secretaría de Riesgos y Protección Civil de la CDMX y otros especialistas, para hablar de los “microsismos” y concluir que estos fenómenos no tenían ninguna correlación con la sobreexplotación de los acuíferos de la ciudad de México.

Esta conclusión es incorrecta: si bien la causa que los origina se debe a fallas geológicas, dado que estamos en una región sísmica con actividad volcánica, la realidad es que sí tienen una correlación directa con la sobre extracción de agua subterránea.

El abatimiento del nivel estático de los acuíferos se estima en DOS metros por año y actualmente se está extrayendo agua a 400 metros de profundidad, cuando en un inicio, el agua era somera. Esta triste realidad, nos lleva de manera irremisible a un a una verdadera catástrofe.

El mayor riesgo producto de la sobreexplotación de los acuíferos en el Valle de México, es desde luego una caída súbita en el abastecimiento de agua en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM). Muchos asocian al Sistema Cutzamala como la principal fuente de abastecimiento de la ZMCM, quizá por efecto de la comunicación, que hace muy sensible el hecho de baja en el flujo de agua por fallas en Cutzamala; pero esto no es verdad.

La principal fuente de abastecimiento son los acuíferos subterráneos. La aportación en el abastecimiento de agua potable a la ZMCM de los sistemas Lerma y Cutzamala juntos, representa el 30%. El 70% restante, lo proporcionan tres principales acuíferos: Texcoco, Cuautitlán – Pachuca y el de la Zona Metropolitana.

Además de la situación catastrófica que implicaría la pérdida del acuífero, otro fenómeno igual de preocupante es el fenómeno de hundimientos de la ciudad.

El suelo del Valle de México está formado principalmente por arcillas. De ahí su característica impermeable, por lo que gran parte de los escurrimientos de agua de lluvia, formaron los importantes lagos.

La arcilla en contacto con el agua superficial mantenía una liga hidráulica que le daba una condición plástica, maleable. Con la desecación de los lagos, el suelo arcilloso perdió en gran proporción del agua asociada a nivel cristalino, convirtiéndose en un material frágil y con una importante pérdida de volumen. Esta condición extrema, ha ocasionado en el Valle de México uno de los fenómenos de subsidencia (hundimientos) más graves en el mundo.

La Ciudad de México se hunde en promedio 10 cm por año, pero la zona oriente, que corresponde a la parte profunda de los lagos de Texcoco y Chalco, tiene hundimientos entre 20 y 40 cm por año.

El hundimiento es un fenómeno imperceptible, pero que puede apreciarse fácilmente. Por ejemplo, cuando caminamos por la Avenida Reforma y admiramos el monumento del Ángel de la Independencia, podemos ver dos cuerpos de escaleras que nos lleva a la plataforma del monumento a la altura de los cuatro obeliscos. Esa misma plataforma 1910, cuando fue inaugurado con motivo del primer centenario de la Independencia, estaba al nivel de la calle.

La columna de la independencia está “pilotada” a 40 metros de profundidad, por eso, todo a su alrededor se está hundiendo, la avenida, los edificios, los árboles están sufriendo un movimiento descendente constante, mientras que el monumento se mantiene en su nivel original.

Esta “fragilidad y compactación” de las arcillas en el subsuelo, además de los fuertes hundimientos, pierde su capacidad de amortiguamiento. Como lo mencionamos arriba, la arcilla en presencia de humedad, tiene una consistencia plástica que actuaba como un amortiguamiento de los movimientos.

Al perder toda el agua superficial y ahora, debido a la sobreexplotación, también la subterránea, las arcillas van perdiendo esa condición “buffer” que produce grietas y socavones por todos lados. Pero frente a los movimientos sísmicos, el suelo compactado y frágil, provoca mayor aceleración y fuerza de los temblores.

De la información técnica con que contamos, podemos afirmar que esta condición del suelo de la ciudad, ocasionada por el exceso de extracción de agua subterránea, implica mucho mayor riesgo frente a fenómenos sísmicos por la mayor aceleración de las ondas generadas por los temblores.

La única solución hacia el futuro, para garantizar la sustentabilidad y seguridad de la ciudad, consiste definitivamente, en la reducción de la explotación de pozos profundos, para recuperar gradualmente los niveles de recarga de los acuíferos.

 

(Imagen: Atas Nacional de Riesgos, detalle del Valle de México)

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