El Umbral y el Reino. Derecho natural y realeza social de Cristo
David Glez.- Alonso Gracián
De alguna manera, la doctrina de la realeza social de Cristo encuentra en su fundamento racional, que es el derecho natural, una forma de supervivencia que la hace, aún hoy, reivindicable.
Es por esto que, en nuestra pobre opinión, la promoción del derecho natural debería ser una prioridad de todo católico implicado en política. Porque todo católico debe querer que Cristo reine. Y no sólo en los corazones.
La ley y el derecho naturales, grabados por Dios en el alma humana, son el pórtico intelectivo de la gracia, un preámbulo de sabiduría previa a la revelación.
Por eso creemos que promocionando el derecho natural se hace una inversión doctrinal de futuro. Pues un elemento importante del reinado social de Nuestro Señor estará presente, y de esta presencia emanarán, sin duda, grandes bienes sociales, los bienes de la sabiduría divina. Con el auxilio de la gracia, darán mucho fruto, personal y social.
- Proporcionando un umbral jurídico al Reino de Cristo
Aunque las circunstancias actuales no permitan una realeza social de Cristo difundida, es decir, una unidad católica; sí es posible pretenderla en un sentido intenso, esto es, conteniéndola racionalmente, y como en promesa, por así decir, en la doctrina jurídica y el pensamiento político-social católico.
Condensándola en su reservorio jurídico, que es la doctrina clásica del derecho natural. Un reservorio, según la acepción de la RAE, es un depósito de sustancias nutritivas destinadas a ser utilizadas por un organismo. (Tal cosa, para las sociedades, es el derecho natural. Un preámbulo racional y jurídico del orden de la gracia, un anticipo del orden social en estado de amistad, un depósito natural de verdades y bienes nutricios contenido, también, en el Depósito, que lo recuerda y repropone, protegiéndolo).
Es sano y razonable defender el reinado social de Cristo a partir del derecho natural, porque:
«La doctrina católica tradicional de que la sociedad se debe constituir en el reinado social de Cristo encuentra su fundamento racional en el conocimiento previo a la revelación de que la sociedad se debe regir por el derecho natural, que son las leyes que rigen la actividad humana, accesibles a la razón de los hombres. De esta ley se desprenden deberes y derechos de los hombres.» (Ignacio BARREIRO CARÁMBULA, El derecho natural y el reino social de Dios, Verbo, núm. 491-492, 2011, p. 65-100.)
En definitiva, es defender el orden natural, proponiendo al mismo tiempo un orden sobrenatural que tiene, como misión irrenunciable, su guardia y custodia. La idea es difundir la ley natural de la justicia sin separarla del orden de gracia que la hace plenamente posible.
De alguna manera, el misteriosismo que rodea la eclesiología personalista, ha producido un oscurecimiento del anclaje que tiene la Iglesia, en cuanto sociedad perfecta, en el derecho natural. Y este oscurecimiento se ha proyectado sobre la doctrina sociopolítica católica.
2.- La ley y el derecho naturales, sabiduría de Dios participada
Dios, con su sabiduría, ha ordenado el mundo creado. Este orden, que llamamos ley eterna, se denomina ley natural cuando se refiere a la persona y a la sociedad.
La ley natural es la misma ley eterna, en cuanto participada con la razón por la criatura racional (Libertas praestantissimum 6, 1888; Veritatis splendor 44, 1993) Y no sólo en su vida personal, sino también, y sobre todo, en su vida social. La ley natural también se refiere a lo justo, y entonces constituye un verdadero derecho natural.
Las leyes civiles, que han de ordenar la vida personal y social, no pueden elaborarse como si el derecho natural no existiera, sino sobre su suelo firme. Porque la ley natural «proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica.» (Catecismo, 1959)
Por eso creemos firmemente que reivindicando la ley y el derecho naturales como fundamento de las leyes, el católico promueve al mismo tiempo una realeza social mínima, pero fructífera y vivificante. Es de sentido común que saneando las leyes se propicia, con la ayuda de Dios, que Cristo reine. Porque las leyes tienen una pedagogía tal, que forman en lo justo, educan en lo justo, mentalizan de lo que es justo, dándolo por sentado y cerrando caminos al mal y al error.
3.- Por una política realmente católica, según la sabiduría de Dios
Tener las cosas claras en este tema es de vital importancia. Nosotros para dilucidarlo acudimos a nuestra tradición jurídica local, la hispánica, tal y como venimos haciendo. Y así, de la mano de los grandes maestros, como Juan Vallet, Alberto Caturelli, Alfredo Sáenz o Álvaro D´Ors y tantos otros, vamos desbrozando los conceptos para su depuración y rehabilitación. Y así llegamos a esta serie de ideas motrices que proponemos. Nos servirán de triaca contra el veneno de la laicidad de tercer grado, que defiende el humanismo existencial de la Nueva Teología y el personalismo político.
Los siguientes principios pueden servir para reactivación de una verdadera política católica.
- I) Realismo jurídico. El derecho es lo justo, no la norma.
- II) Fundamentación de la ciencia políticaen el plano metafísico y ontológico. No cabe gobernar fuera del orden natural. La voluntad subjetiva no debe prevalecer sobre el entendimiento de la naturaleza de las cosas.
III) Clasicismo jurídico. El derecho como determinación de lo justo. Lo justo no es lo justo en abstracto, sino lo universal aplicado al caso. No cabe el principio de implenitud situacionista, que considera la ley natural insuficiente para todos los casos particulares. Tampoco cabe esa ética individual única e irrepetible del personalismo, por ejemplo en Rahner. No cabe, por tanto, defender cuestiones de derecho natural (por ejemplo la vida humana inocente) como si fueran cuestiones de valores personales o asociativos, o asuntos del derecho subjetivo, o de una ética privada reclamada y contrarreclamada (Turgot) al estado.
- IV) Rechazo del positivismo. El derecho positivo (en general, las leyes) sólo es derecho si está anclado en el derecho natural, es decir, en lo que es justo.
- V) Carécter teorético, no teórico de la política.La reflexión política, el arte de gobernar, debe contemplar los primeros principios, para extraer de ellos su razón de derecho natural, esto es, lo que es justo, por coherente con el orden natural. Por ser contemplación de los primeros principios, es una ciencia teorética, no teórica, no ideológica.
4.- Justicia y realeza
Los cinco principios anteriores se relacionan estrechamente con el Reino de Cristo, cuya venida pedimos. No en un sentido, como decíamos, extensivo, por ahora; sino en un sentido intensivo, porque son su supuesto racional, como la naturaleza es el supuesto de la gracia. Queremos que el derecho natural sea el umbral del Reino.
La clave es esta: reivindicar el derecho natural es sanar el derecho positivo, y sanar el derecho positivo tiene efectos inmensamente beneficiosos para la sociedad. Esta sanación es una realeza mínima, un reinado mínimo, superviviente, de Cristo, una semilla natural y social de realeza que habrá de prosperar armoniosamente, con el socorro de Dios.
La común-unidad de los católicos en torno al derecho natural, reivindicable en todo momento, constituiría un medio primero por el que Cristo ejerciera su acción benéfica, y suscitara iniciativas de provecho, que rehabilitaran la acción cultural y social del católico.
No podemos defender cosas como el derecho a la vida, la importancia de la familia, etc., desde posiciones fenomenológicas, como la teoría de los valores, o una lectura nominalista de los derechos humanos, porque favorecen el positivismo, y el positivismo es, actualmente, uno de los pricipales enemigos de la política cristiana. Es más efectivo y coherente defender estas causas desde la doctrina tradicional del derecho natural.
Inscrito por Dios mismo en el alma humana, es umbral de la justicia, y por eso conviene al reinado social del Rey del universo. Es el fundamento jurídico inmutable, superviviente de la Caída original, de toda política prudente y virtuosa. Por obra de sus perennes principios, de validez universal, la providencia de Dios atrae las almas y las sociedades hacia su Corazón.