El médico: dos concepciones (Parte II)

En el número anterior de FORJA, veíamos el humanismo en la medicina desde los tiempos socráticos.
Fijémonos cómo, junto a la progresiva desviación de los principios perennes, la Iglesia, experta en humanidad, nos viene reafirmando la vocación sublime de los médicos. Algunas menciones del Papa Pío XII que calan hondo en la mente y corazón:
El cuidado de los enfermos es más que una profesión, es una vocación noble y ennoblecedora
Los médicos sanitaristas católicos tienen que lograr que Cristo médico y todos los médicos y especialistas de la salud pública lleven a los confines de la tierra, allí donde están las zonas deprimidas económicamente, lleguen el beneficio de la medicina, los remedios y la actualización de la tecnología médica. La Santa Sede invita a los médicos a trabajar y no habla sólo de sanar sino de aliviar, tarea que debe estar presente siempre en esta profesión.
Trabaja apasionadamente… Como médico del todo consagrado a procurar el alivio de la humanidad y de cada uno de los hombres.
Y con una visión profética se anticipa a las investigaciones desviadas de la ética:
Sucede que se emprenden peligrosas investigaciones para perfeccionar el diagnóstico cuando aquellas no tengan utilidad real para la aplicación del tratamiento.
San Juan Pablo II por su parte advertía en la Evangelium Vitae: «Con las nuevas perspectivas… surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano… con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias.»
Aquí se refiere a las estructuras sanitarias. Hoy diríamos ministerios, secretarías, órganos supranacionales que manejan la salud, legalizan o presionan para la imposición del aborto, la eutanasia o medidas contra el orden natural.
Ya en el siglo XXI observamos cómo se desea eliminar al niño en el seno de su madre, al anciano y aún a niños y adultos sin posibilidad de sanar de sus enfermedades (físicas o psíquicas) con la eutanasia, y a distintos pueblos rezagados étnicamente, geográficamente o socialmente, a quienes ni las finanzas internacionales, ni los grandes poderes de salud, ni los centros políticos mundiales les interesan salvo para realizar experimentaciones con fármacos y vacunas, usando estas poblaciones como conejillos de indias.
A propósito el Papa Francisco nos dice:
La fragilidad, el dolor y la enfermedad son una dura prueba para todos, también para el personal médico, son un llamado a la paciencia, al padecer-con; por ello no se puede ceder a la tentación funcionalista de aplicar soluciones rápidas y drásticas, movidos por una falsa compasión o por meros criterios de eficiencia y ahorro económico.
Francisco, los alienta a continuar con su vocación confiando en que el Espíritu les dará el don del discernimiento para tratar las situaciones delicadas y complejas, «y para expresar las palabras correctas de la manera correcta y el silencio justo en el momento justo.»
Lecciones de sabiduría, prudencia y acompañamiento, en el enfermo concreto y en aquella poblaciones que la Iglesia mira como a nuestros hermanos sufrientes. Respeto por la dignidad humana, fuere quien fuere, viviere donde viviere, produjera o gastara, no son variables para la atención médica íntegra y de la manera más excelsa posible.
El Pontífice habló de «la identidad y el compromiso del médico» y sostuvo que estos no «sólo se apoyan en su ciencia y competencia técnica, sino principalmente en su actitud compasiva y misericordiosa hacia los que sufren en el cuerpo y en el espíritu.»
La compasión -continuó- es la respuesta adecuada al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto, comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento.
A modo de síntesis podemos decir:
Nos encontramos ante dos visiones del médico históricas, filosóficas, éticas, y de la propia ciencia y arte de curar.
El médico como servidor: prudente, diligente, experto, compasivo con el prójimo y con las poblaciones sufrientes, respetuoso del orden natural.
Por otro lado, el médico que ve al enfermo como un elemento de trabajo, o para ganarse la vida, o lo que es peor y muy frecuente, para lucrar descaradamente.
Asociándose a grupos que solo buscan intereses por medio de la cultura de la muerte, y como vimos el último año, haciéndose los distraídos a los planes genocidas internacionales que tratan de inmiscuirse en nuestras naciones.
Negándose, por dinero u oscuros intereses, a proclamar siempre la verdad, a sacar a la luz determinados efectos nocivos y hasta letales de productos médicos.
Difundiendo los planes de reducción de la población que inundan muchos espacios y mentes de políticos.
Ante esta cultura de la muerte gobernada por el imperialismo internacional de dinero, nos queda dignificar diariamente la profesión médica y de los demás agentes de salud, rescatando siempre la cultura de la Vida, la dignidad de la persona humana y la globalización de la solidaridad.