Asistencialismo degradante en Argentina

Desde que asumió el Presidente Alberto Fernández en diciembre del 2019 no existió un plan económico que pudiera revertir los altos índices de inflación mensual (alrededor del 4%), también se infravaloró los efectos de la deuda externa asumida por el Gobierno anterior de 45.000 millones de dólares contraída con el Fondo Monetario Internacional, y tampoco existió un plan de crecimiento genuino de la economía; llegó la ‘pandemia’ y la gestión se convirtió en ‘sobrevivir’ al momento, así pasaron los años 2020 y 2021, con la extensión de plazos de pago de los intereses de la deuda por parte del FMI.
Al comenzar el presente año nos encontramos en una encrucijada de acordar con el FMI o entrar en default; dentro de la coalición gobernante, el sector que responde a la vicepresidenta Cristina Kirchner rechaza toda posibilidad de acuerdo, incluso su hijo máximo, jefe de la bancada ‘peronista’ de diputados nacionales por su fuerza política ‘El Frente de Todos’, renuncia a su cargo y se propone obstaculizar cualquier tipo de convenio con el FMI.
Así las cosas, el poder ejecutivo logra alcanzar un acuerdo con el FMI, que debe ser refrendado por el Poder Legislativo, en el cual se logra su aprobación en la Cámara de Diputados, con las fuerzas de los partidos políticos de la ‘oposición’, ya que los propios expresan su negativa, colocando al borde de la fractura a la coalición gobernante; todo esto se dio en clima de hostilidad creciente por parte de las fuerzas de izquierda que atacaron con piedras y bombas molotov la sede legislativa.
En estos días se debatirá el acuerdo en el Senado de la Nación, que lo preside Cristina Kirchner, si ella logra imponer su negativa, estaremos al borde del default económico y a una seria inestabilidad institucional que podría provocar una desestabilización y caos social, por el creciente aumento de la pobreza y la marginalidad.
El acuerdo con el FMI, no es ninguna panacea, ya que el peso de la ‘recuperación’ será asumido nuevamente por la clase media, sobre quienes recaerán los nuevos impuestos; sin embargo es necesario con el fin de evitar una mayor escalada en la desestabilización que estamos viviendo.
La crisis económica es muy profunda, la mayoría de las escuelas privadas ha perdido alrededor del 25% de su alumnado por la imposibilidad de las familias de afrontar las colegiaturas. Esto implica una gran cantidad de niños, adolescentes y jóvenes en las escuelas del Estado, expuestos a una pauperización académica y a las ideologías reinantes de la mano del ‘colectivo’ LGTB.
Se vive hoy una sociedad sumergida en un profundo egoísmo, que conspira contra la esencia misma de la vida comunitaria; el hombre descree de la acción política como búsqueda del Bien Común, y por ello se desentiende de su responsabilidad social, y sumido en un escepticismo quietista que lo empuja a vivir un ‘eterno presente’, pierde el horizonte de una vocación de servicio a los demás; en lugar de reinar la solidaridad, irrumpe el ‘sálvese quien pueda’; y los que menos tienen se dejan manipular por las diferentes ideologías que los movilizan cual nuevos anarquistas, convirtiendo semanalmente, a la Ciudad de Buenos Aires en un verdadero caos de tránsito y violencia por las manifestaciones callejeras.
La escasa demanda laboral lleva al ‘engordamiento’ de un estado ineficiente, que subsidiando el no empleo, hace que desde el año 1985 a la fecha, haya generaciones de abuelos, padres e hijos que jamás trabajaron, y que se alimentaron de un estado dadivoso, que hoy, ni siquiera satisface sus necesidades básicas, y no genera la búsqueda de un trabajo genuino por miedo a dejar de percibir los planes sociales del estado.
Este asistencialismo del Estado nos puede hacer perder de vista las auténticas necesidades de nuestro pueblo, al cual hemos de procurar ayudar a su realización plena e integral.
Recordemos aquí las palabras de Su Santidad Paulo VI, en Populorum Progressio: “… nuestra caridad con los pobres debe ser más atenta, más activa, más generosa. Combatir la miseria y luchar contra la injusticia, es promover … el progreso humano y espiritual de todos, y por consiguiente el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra,… la paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios”.
Creo que estas sabias palabras iluminan nuestra realidad, si en verdad buscamos el desarrollo integral del ser humano, debemos procurar realizar exactamente lo contrario de lo que hacen nuestros gobiernos populistas, que es profundizar la marginalidad a través de una mísera ayuda que vuelve indignos a quienes la reciben perdiendo toda esperanza de un futuro mejor.
Por ello, los deberes de los responsables de las Naciones, Paulo VI los resumía en: Combatir la miseria y luchar contra la injusticia: deber del gobernante, la justicia distributiva, que con sus principios de equidad y proporcionalidad debe atender en primer lugar a aquellos que con menos capacidades y talentos no pueden satisfacer sus necesidades básicas, ha de hacerlo principalmente promoviendo la creación de fuentes laborales, que dignifiquen al hombre a través del trabajo genuino y honrado.
No es justo un asistencialismo, que se vuelve clientelismo político, y que sólo distribuye dádivas, destruyendo la cultura del esfuerzo, del sacrificio y del trabajo.
Todo plan asistencial que sea necesario implementar, debe ir acompañado indefectiblemente de una exigencia de capacitación profesional, de manera tal que superada la crisis, la persona pueda reinsertarse nuevamente en el mercado laboral.
Su Santidad Juan Pablo II, en una de sus visitas a nuestro País, nos dijo ‘Argentina, levántate y anda’, hoy, aún postrados, confiamos en la certeza de la esperanza de contribuir a un orden social justo que le devuelva a la Patria su esplendor original.