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El talón de Aquiles de AMLO

por | Política

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con su 4T, está cambiando la estructura política del poder del país, de tal manera que ésta sea diferente a la del país que gobernó el PRI y luego el PAN. Y para asegurarse además de que las estructuras antiguas queden en desuso, y entonces que su poder se perpetúe a través de sucesores que le sean afines.

Cuando gobernaba el PRI, los apoyos para gobernar estaban principalmente en tres fuertes columnas: el ejército, el Congreso del Trabajo y la Central Nacional Campesina, y la Iglesia, en un juego de, te doy algo para que tú, a cambio, me des tu apoyo. En cierta forma, con el PAN se conservó la misma estructura, sólo que los blanquiazules se desatendieron de dar una atención tan escrupulosa y detallada a esas columnas, como lo había hecho el PRI.

De estas tres columnas, López Obrador está conservando y fortaleciendo el soporte del ejército, más aún, las fuerzas armadas constituyen su apoyo más fuerte y, para ello, les ha obsequiado con muy importantes y desorbitadas prebendas.

Con la iglesia católica (y no siendo él mismo católico) y siendo él y su gobierno de extrema izquierda enemiga de la Iglesia, las cosas no le van bien, sobre todo porque, a los obispos, no los tiene controlados, y éstos han asumido su responsabilidad pastoral en el campo social con un vigor mayor al que mostraban en los dos sexenios anteriores. Cierto que los católicos que escuchan a sus pastores hoy son menos, pero desde un punto de vista político, todavía son muchos (90,204,599, según INEGI en 2022: https://www.inegi.org.mx/temas/religion/) algunos de los cuales, y cada vez más, están dispuestos a la participación cívico-política, y que si se deciden a participar, tienen un gran peso político. Pero también hay muchos católicos, sobre todo pobres, que incluso son de comunión y misa frecuentes, que apoyan a López Obrador, porque, engañados y por las limosnas del bienestar, han creído en él.

Las columnas constituidas por las centrales obrera y campesina han quedado prácticamente sin poder, más que nada por no ejercerlo. El Congreso del Trabajo (CT), agrupa a 50 federaciones, confederaciones y sindicatos nacionales, que suman cerca de 15 millones de trabajadores  (La Jornada – El Congreso del Trabajo llega a su 55 aniversario con un futuro incierto), pero que, desde el año dos mil parece haber perdido la brújula, y si algo se recuperó con Peña Nieto, con el arribo de López Obrador a la presidencia de la República, parece navegar sin rumbo cierto, además del golpe que les dio AMLO al modificar la Ley del Trabajo, condenando a muerte a lo que fue el sindicalismo oficial.

La Central Nacional Campesina (CNC) tenía entre sus fines el reparto de las tierras y el destruir el sistema anterior que privaba en el campo. Hoy en día, prácticamente ya no hay tierras por repartir, y a más de ochenta años de que se fundó la CNC (1938), ya no quedan resabios del sistema imperante hasta la caída del porfirismo y surgimiento de la revolución, lo cual ha quitado alicientes para la existencia y animosidad de los cenecistas, además de debilitarla algunas confrontaciones internas y la aparición de otras centrales.

Para la 4T, tanto el CT como la CNC, son como frutas que, llegadas a su madurez, habrán de caer, y entonces se las podrá comer. No sucede igual con respecto a la Iglesia, contra la cual, por ser para la izquierda su gran enemiga, está llevando a cabo un maquiavélico plan a través de ir limitando los derechos de libertad de credo, de conciencia y de pensamiento, además de, hasta donde le es posible al régimen, no hacer caso de las denuncias que se formulen por los obispos, instituciones religiosas y asociaciones de laicos por los sacerdotes asesinados, iglesias profanadas, etc.

¿Y en que se apoya entonces el poder de AMLO?

Como lo decíamos, en el ejército y su apéndice, la Guardia Nacional, pero en otras columnas nuevas, la primera, la de los colectivos, las asociaciones fantasmas etc., cuya membresía se integra, además de no muchos militantes auténticos, con adeptos incondicionales del gobierno, que corren de un membrete a otro según se requiera, sirviendo incluso, cuando así se les pide, de fuerzas de choque al servicio de los dirigentes políticos de la 4T, en particular, cuando estos lanza la piedra y ocultan la mano a través de ellos. Pero en realidad son una minoría disfrazada de mayoría. Y hay un apoyo más, el del crimen organizado, que interviene en las elecciones en favor de los candidatos de Morena, hasta llegar a que se considere en el Congreso de Estados Unidos (http://www.congress.gov/bill/118th-congress/house-joint-resolution/18/text?s=1&r=2) que estamos en un narco Estado, muy lejos de ser, por la inseguridad existente, un Estado de Derecho.

Otra nueva columna está constituida por el poder de comunicación a través de las redes, enfocado este en una estrategia moderna para adueñarse del poder, consistente en apropiarse de la mente de la población, con base en apoderarse de la narrativa de los hechos, de repetir mentiras una y otra vez, presentándolas como la verdad.

Y por eso toda la acción de corifeos en las redes sociales que se dedican a denostar a quienes consideran rivales, y que diariamente hacen eco a la mejor de las armas de comunicación que tienen: las mañaneras del presidente, quien señala la agenda a seguir, que le sirve de distractor para que la gente no tenga presente los problemas más graves, que insulta y calumnia a quienes estima como un peligro permanente o eventual, y que polariza a la sociedad entre buenos y malos. Y a todo esto se suman las voces de los gobiernos de izquierda, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, y de instituciones internacionales a las que ya tienen capturadas, y de las ONG, también internacionales y de izquierda, además de la prensa y periodistas izquierdistas o “maiceados”.

Otro apoyo más son las manifestaciones y concentraciones multitudinarias, realizadas mediante acarreados, personas a las que se obliga a asistir a estas, bajo amenazas de perder el empleo o prestaciones sociales, y a las que incluso se encamina a votar bajo las mismas amenazas.

A lo largo del sexenio, AMLO ha sufrido reveses en su política por hacerse de un poder total y personal. Uno de los más importantes, entre otros, ha sido el que le cerraron las puertas a la relección; luego, él Poder judicial no le aprobó su reforma energética; para su segundo trienio, no logró en el congreso la mayoría suficiente para poder reformar la constitución. Y Ahora, la Suprema Corte quizá eche abajo su plan B para dejar debilitado e inútil al INE, razón por la cual no deja de insultar a los ministros y calumniar a la Suprema Corte de Justicia. AMLO no es invencible.

Salvo por el apoyo del Ejército y la Guarda Nacional, AMLO es un gigante con pies de barro, El mayor peligro para él está en la verdad que lo pueda desenmascarar, y en las manifestaciones de la oposición.

Manifestaciones no violentas, como la de la Ola Rosa, han derrocado regímenes dictatoriales, en Libia, en Polonia, en Bolivia, en Sudáfrica, Serbia, Túnez, Bielorrusia. El objetivo final de AMLO, en este momento, es poder prolongar a la izquierda en el poder, y para eso requiere de controlar la votación, pero manifestaciones como la que hubo el 26 de febrero de 2023, son para él, un gran peligro, pues sabe, por la experiencia histórica, que pueden derrotarlo.